Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 70

está directamente conectado con el campo político”.[173] Su novela El cuerpo lesbiano[174] es un ejemplo de subversión del lenguaje, y de estas propuestas se derivan prácticas como las que actualmente vemos incluso en textos pretendidamente académicos que se enseñan en universidades de todo el mundo, de escribir eliminando el género, modificando la letra “a”, la “e” y la “o” por la letra “x”. Es que el maldito “patriarcado” estaría presente hasta en… nuestra forma de escribir. Dejando a Wittig de lado, la más importante teórica queer es la ya mencionada Judith Butler, cuya obra El género en disputa (1990) es considerada como fundacional[175] de esta nueva corriente que busca “deconstruir” de manera aún más incisiva y absoluta (si cabe) la noción de género y sexualidad, hasta hacer de ellas piezas de museo, categorías inutilizables, espacios vedados políticamente por la ideología de género. Este paso de la tercera ola a lo llamado “queer” es de alguna forma asumido por Butler cuando, en su prólogo a la edición de 1999 del citado texto, anota que “mientras lo escribía comprendí que yo misma mantenía una relación de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendí que el texto pertenecía al propio feminismo”.[176] Es decir, Butler consigue generar un nuevo punto de inflexión en el feminismo, pero no deja de estar dentro de él. Butler es feminista, pero de un nuevo tipo de feminismo que viene a señalar los “límites” que la teoría feminista en general ha asignado al género, encontrando que éstas han adolecido de un “supuesto heterosexual dominante” que estableció una cantidad limitada de géneros a definir. Lo que procura Butler por consiguiente es “facilitar una concurrencia política del feminismo, de los puntos de vista gay y lésbico sobre el género”[177] y las demás “modalidades” sexuales; en otras palabras, estirar tanto el concepto de género como para que en él quepan formas y gustos sexuales de lo más extrañas. Hegemonía, en otras palabras. El libro de Butler, como buena postestructuralista que es, resulta sumamente complicado de leer, y probablemente más complicado de explicar en algunos pocos párrafos como aquí nos proponemos.[178] Todos sus esfuerzos podría decirse que van encaminados a modificar el “sujeto” político del feminismo, para recrear un área de representatividad mucho más extensa, que sea capaz de contener a todos aquellos que, además de ser potencialmente incorporados a la lucha contra el hombre, sean sumados a la lucha contra la sociedad heterosexual y la institución familiar. Pero para ello la filósofa deberá demostrar, en consecuencia, que no hay nada que pueda ser llamado “mujer”. Así, ella nos dice que las mujeres deberían “comprender que las mismas estructuras de poder mediante las cuales se pretende la emancipación crean y limitan la categoría de ‘las mujeres’, sujeto del feminismo”.[179] En consecuencia, agrega: “En