Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 69
“heterosexualidad obligatoria”. Así, en su ensayo “La categoría de sexo” nos dirá que
“La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que impone a las
mujeres la obligación absoluta de reproducir «la especie», es decir, reproducir la
sociedad heterosexual”.[168] Curiosa falacia la de la escritora francesa: ninguna
sociedad occidental ha legislado ninguna obligación reproductora al sexo femenino, y
ni siquiera puede sostenerse seriamente que exista una norma cultural “absoluta” al
respecto; la propia Wittig, que jamás fue madre, puede dar cuenta con su propio
ejemplo de vida y con sus personales decisiones que ninguna obligación reproductiva
existe en nuestras sociedades, algo que no podría constatarse en sistemas comunistas
(afines a la ideología de Wittig[169]) como el maoísmo chino, el cual sí regulaba
cuestiones vinculadas a la reproducción sexual pero que no parecen inquietar a la
francesa en cuestión. En todo caso, es la biología la que dicta las condiciones bajo las
cuales la humanidad en cuanto tal puede ser reproducida, y de aquella se deriva la
categoría de sexo que Wittig endilga falazmente a la política.
Pero lo que nos interesa de Wittig son, sobre todo, sus ideas sobre cómo
subvertir el orden establecido; y acá rastreamos lo “queer” de su pensamiento. En
pocas palabras, su propuesta consiste en destruir al hombre y a la mujer como tales.
¿Cómo? El lesbianismo tendrá aquí un rol central: “Por su sola existencia una sociedad
lesbiana destruye el hecho artificial (social) que constituye a las mujeres como un
«grupo natural».”[170] Tal como Wittig nos dice, la lesbiana no es una mujer; es una
subjetividad que rompe el binarismo, que mostraría que no hay siquiera sexo femenino.
En efecto, Wittig entiende que “rechazar convertirse en heterosexual (o mantenerse
como tal) ha significado siempre, conscientemente o no, negarse a convertirse en una
mujer, o en un hombre. Para una lesbiana esto va más lejos que el mero rechazo del
papel de «mujer». Es el rechazo del poder económico, ideológico y político de un
hombre”.[171] El giro de Wittig es llamativo: representa un feminismo cuyo objeto es,
paradójicamente, destruir a la mujer, tal como ella misma lo reconoce de forma
explícita: “Nuestra supervivencia exige que nos dediquemos con todas nuestras fuerzas
a destruir esa clase —las mujeres— con la cual los hombres se apropian de las
mujeres. Y esto sólo puede lograrse por medio de la destrucción de la heterosexualidad
como un sistema social basado en la opresión de las mujeres por los hombres”.[172]
Si bien Wittig habla constantemente de lucha de clases entre hombres y mujeres,
lo cual puede remitirnos al economicismo del marxismo clásico, ella es una fiel
exponente del marxismo cultural toda vez que privilegia la subversión del lenguaje y la
moral. En su ensayo “El pensamiento heterosexual” nos dice que “La transformación de
las relaciones económicas no basta. Hay que llevar a cabo una transformación política
de los conceptos clave, es decir, de los conceptos que son estratégicos para nosotras.
Porque hay otro orden de materialidad que es el del lenguaje (…) este orden, a su vez,