Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 66

hombre, podríamos concluir que estamos frente a algo no mucho más profundo que una historieta maniquea de buenos contra malos fácilmente invertible.
Para nuestra sorpresa, este trabajo ha sido llevado adelante, y no precisamente por un hombre, sino por una mujer argentino-alemana, médica, psicóloga y socióloga de formación, que en su odio hacia las mujeres escribió un libro donde quiso mostrarle al mundo que en verdad el hombre era el“ explotado”. La reminiscencia al pensamiento marxista fue tan evidente en su obra, que el diario alemán Kölner Stadtanzeiger la calificó como“ el Karl Marx de los hombres”. Nos referimos a Esther Vilar y su libro El varón domado, publicado en 1973.
En una palabra, Vilar nos dice que el mundo le pertenece a las mujeres puesto que ejercen sobre el hombre una dominación cuyo más importante efecto es el hecho de que aquél ha trabajado para ella a lo largo de la historia. Vilar cree que el hombre es víctima de la mujer, y no al revés. Y tan así es, que“ las mujeres se enriquecen constantemente mediante un sistema primitivo, pero eficaz, de explotación directa: boda, divorcio, herencia, seguro de viudedad, subsidio de vejez y seguro de vida”.[ 160 ] Su teoría es tan maniquea como la feminista cuando nos dice que“ la niña es educada para explotadora y el muchacho para objeto de explotación”.[ 161 ] Suena increíblemente parecido a todas las teorías que hemos estado repasando, aunque invirtiendo la posición de los actores.
Pero la explotación sobre el hombre estaría sostenida, vaya casualidad, por una superestructura cultural que desde la cuna programa a aquél para sostener la vida de la mujer trabajando para ella.(¿ Sigue oyéndose conocido todo este cuento?) Así, Vilar nos pone como ejemplo incluso los juegos de los niños:“ Se aplaude al niño varón por todo lo que hace, salvo si juega con hombres en miniatura. Construye modelos de escuelas, de puentes, de canales, desarma por curiosidad autos de juguete, dispara pistolas de juguete y se ejercita así en todo lo que luego necesitará para mantener a la mujer”.[ 162 ] Lamentamos insistir, pero el paralelismo respecto de las feministas que rechinan los dientes contra las formas“ sexistas” de los juegos de los niños es demasiado evidente.“ Lo personal es político”, parafraseando a Millet, podría ser también la consigna de una cruzada misógina.
Asimismo, es interesante advertir que esta socióloga usa las mismas armas que las feministas para mostrar lo inverso, y usa un léxico demasiado similar. En su obra pueden leerse frases como:“ la mujer no atribuye al hombre más valor que su función alimenticia”[ 163 ]; para la mujer“ el varón es una especie de máquina que produce valores materiales”[ 164 ]; la propiedad privada es“ sólo útil para las mujeres”[ 165 ], entre otras de similar calibre. Al igual que el relato feminista, el relato misógino de