Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 65

Imposible en este sentido no mencionar a la teórica feminista Andrea Dworkin (Universidad de Minnesota), también perteneciente al feminismo setentista, una de cuyas más elocuentes tesis nos afirma que todo coito heterosexual constituye una violación contra la mujer y que el matrimonio es una “licencia legal para la violación”[156]; o a la feminista australiana Sheila Jeffreys (Universidad de Melbourne), para quien el coito heterosexual es el fundamento que sostiene al “sistema patriarcal”.[157] ¡O cómo olvidar a la francesa Monique Wittig —de quien ya profundizaremos en próximo capítulo—, quien entendía que ser lesbiana “es el rechazo del poder económico, ideológico y político de un hombre”[158] dado que “el lesbianismo ofrece, de momento, la única forma social en la cual podemos vivir libremente”![159] Hemos visto hasta aquí cómo la tercera ola del feminismo mantiene sus lazos con el socialismo, como ya ocurría en la segunda, aunque privilegiando una estrategia de batalla cultural en lugar del viejo economicismo que suponía que la modificación de las relaciones de producción traería consecuencias lineales en la modificación de las formas de vida. Ahora es la modificación de las formas de vida lo que conlleva modificaciones estructurales de los sistemas políticos y económicos (marxismo cultural). Y hemos visto, también, cómo la idea de género, como algo independiente del dato natural, es exacerbada como estrategia para destruir las instituciones sociales que serían funcionales al capitalismo: la familia monogámica, la prohibición del incesto y la pedofilia, la heterosexualidad, etcétera. De aquí se levanta el puente existente entre esta tercera ola feminista, deconstructiva y culturalista, y lo que en los años ’90 empezó a conocerse como “teoría queer”, a la cual le dedicaremos el siguiente apartado. *** Antes de proseguir con nuestro análisis sobre la ideología “queer”, permítasenos disponer de un breve espacio para efectuar esta digresión: lo que la izquierda comienza a hacer sobre el feminismo desde la segunda ola, y que luego se agudiza con la tercera, es generar una ideología según la cual el hombre y la mujer constituyen sujetos irreconciliables, cuyos intereses tanto objetivos como subjetivos no pueden ser armonizados sino a través de una lucha política, a menudo incluso violenta. No hay mejor forma para demostrar el carácter falaz de esta ideología que recurriendo a su opuesta. En efecto, si pudiera demostrarse que es posible llegar a las mismas conclusiones planteando no la opresión de la mujer, sino una presunta opresión del