Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 60

contra la sociedad capitalista, la resultante es una de las diversas patas que sostienen a lo que acá hemos llamado “neomarxismo” o “marxismo cultural”. A Simone de Beauvoir le seguirá en los años ’70 toda una corriente de feministas radicales que llevarán los argumentos y pretensiones un paso más allá. Una de ellas será la norteamericana Kate Millet, quien hará primordial hincapié en el concepto de “género” para rechazar los datos de la biología, y defenderá “el carácter cultural del género, definido como la estructura de la personalidad conforme a la categoría sexual”.[132] Otra feminista especialmente controversial es la canadiense Shulamith Firestone, quien declarará que “Las feministas tienen que cuestionar, no sólo toda la cultura occidental, sino también la organización de la cultura en sí misma, e incluso la propia organización de la naturaleza”.[133] (¿Recuerda el lector lo que ya advertía Ludwig von Mises en los años ’20?) Para el feminismo radical que nace en los años ’70, el problema de la opresión de la mujer lo inunda todo; los ámbitos públicos y privados son escrutados por igual, pues es la cultura el objetivo clave. Millet inmortaliza en su obra Política Sexual (1969) una frase que se encarnará como lema de los grupos feministas de ayer y de hoy: “Lo personal es político”.[134] La noción de “patriarcado” encontrará especial significación en este marco, como régimen político de dominación masculina que va mucho más allá de las dimensiones públicas. La familia pasa a ser considerada, pues, como la principal institución social que reproduce la “estructura patriarcal”, y todas las municiones feministas se destinan fundamentalmente contra ella y el matrimonio: “La institución principal del patriarcado es la familia”[135], anota Millet. El objetivo marxista de abolición de la familia y la propiedad privada se mantienen; lo que cambia es el sujeto de la revolución y el análisis de las contradicciones. Es de interés mencionar un poco más sobre las ideas de la citada Firestone, porque ilustran muy bien el pensamiento feminista radical-socialista de la tercera ola. Su obra La dialéctica del sexo (1970) fue furor en su época. Mezclando marxismo y freudianismo, Firestone desde el inicio supera el reduccionismo economicista que impidió a Engels ver un poco más lejos: “Hay un nivel de realidad que no viene directamente de la economía”[136], sentencia aquélla. Ese nivel proviene de la cultura, que es donde Firestone va a buscar penetrar. Firestone entiende que la raíz del problema de la mujer estriba en su función reproductora, y traza así un paralelismo con los problemas productivos del proletariado al punto de denominar a la mujer como “clase sexual”. Así como este último —según las teorías marxistas— hace su revolución expropiando los medios de producción privados, las mujeres deben llevar adelante la suya poniendo bajo su control la