Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 59

Simone de Beauvoir no considera que nada de lo que biológicamente es propio de la mujer, pueda ser considerado actividad en tanto que proyecto vital. Parece haber misoginia detrás de sus argumentos cuando decreta que“ engendrar, amamantar, no constituyen actividades, son funciones naturales; ningún proyecto los afecta; por eso la mujer no encuentra en ello el motivo de una altiva afirmación de su existencia; sufre pasivamente su destino biológico”.[ 128 ] Es llamativo que quien nunca engendró ni amamantó efectúe semejante declaración. ¿ De dónde saca la filósofa francesa que el hecho de traer una nueva vida al mundo y bregar por su cuidado y desarrollo no está afectado por ningún proyecto? No queda nada claro. Parece ser que su propia biografía afecta sus argumentos: ella nunca quiso parir hijos y, al contrario, escogió matarlos en su vientre.[ 129 ] Es paradójico que para De Beauvoir dar vida no sea un“ proyecto”, mientras que matar sí lo sea. Y todavía más: el autoritarismo en esta materia de De Beauvoir quedó a las claras en un diálogo de 1975, cuando ella argumentó que“ No se debería permitir a ninguna mujer que se quedara en casa para criar a sus hijos. La sociedad tendría que ser completamente distinta. Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existe tal opción, demasiadas mujeres la van a tomar”.[ 130 ] ¿ Deberían entonces las mujeres tomar las opciones que De Beauvoir ordena?
Comoquiera que sea, lo más importante de la obra de Simone de Beauvoir es haber pincelado los primeros esbozos significativos de la ideología de género. La distinción entre sexo y género aparece, pues, bien clara en su trabajo: el sexo, como dato natural, no guarda ninguna relevancia; el género lo es todo. El hombre y la mujer se nos presentan como cuerpos cuya especificidad natural no guarda la menor importancia respecto de aquello que ellos mismos pueden ser; son como una hoja en blanco, una tabula rasa, lista para ser inscripta por el peso pretendidamente autónomo de la cultura. En efecto:“ No se nace mujer: llega una a serlo”. Dicho de otra forma, no importa lo que el cuerpo de uno trae naturalmente; importa exclusivamente cómo se socializa al individuo. Y como es evidente, todo ello entraña importantes cambios estratégicos. La estrategia que el feminismo debe elaborar tiene ahora un predominante carácter cultural: la liberación no sólo ha de concretarse con la incorporación de la mujer en el mundo económico del trabajo y la productividad, como pensaban los marxistas ortodoxos siguiendo a Engels, sino también, y tan importante como esto último, con la destrucción de la superestructura— moral, religiosa, ideológica, jurídica, familiar— vigente. La conclusión que De Beauvoir ofrece de toda su obra va en este sentido:“ No hay que creer que basta con modificar su situación económica para que la mujer se transforme; este factor ha sido y sigue siendo el factor primordial de su evolución, pero en tanto no comporte las consecuencias morales, sociales, culturales, etc. que anuncia y que exige, no podrá aparecer la mujer nueva”.[ 131 ] Cuando el feminismo asume una estrategia cultural y se da la mano con el marxismo en su cruzada