siempre definido por su opresor: el hombre. La famosa frase que resume la propuesta teórica de De Beauvoir es:“ No se nace mujer: llega una a serlo”. La tarea de la mujer como género que pretende liberarse es, en este orden, romper con ese concepto cultural de mujer y recuperar una presunta“ identidad perdida”.
El primer principio del existencialismo, corriente filosófica a la que adscribe De Beauvoir y que tiene por célebre referente a quien fuera su pareja, Jean-Paul Sartre, es la afirmación de que en el ser humano la existencia precede a la esencia. Esto quiere decir, en pocas palabras, que el ser humano no es nada más que aquello que él hace de sí mismo. No existe nada como una“ naturaleza humana”; todo lo que al ser humano respecta, es el resultado de los procesos históricos que envuelven el devenir de las sociedades.
No es este el momento de efectuar una crítica extensa a esta visión filosófica. Pero consideremos por ahora el peligro de abolir en nuestra consciencia cualquier determinación natural en el ser humano: tendríamos como resultado la imagen de una persona humana suspendida en la nada, alienada respecto de toda realidad exterior, incapaz de orientar sus pautas culturales de acuerdo a lo que, por razones evidentemente naturales, resulta auspicioso para su mantenimiento y crecimiento. Una sociedad podría moralizar como pauta cultural la ingesta de gasolina por ejemplo, pero las personas que se ajustaran a esta conducta no podrían evitar las consecuencias mortales de tal práctica. Del mismo modo, otra sociedad podría legislar la abolición de la maternidad, como a más de una feminista parecería agradarle, aunque aquélla no podría escapar al destino que, por la naturaleza finita del ser humano, le espera: la total extinción.
Va de suyo que esto no quiere decir que la historia y la cultura no moldeen una incontable cantidad de caracteres del ser humano. De ninguna manera pretenderíamos negar tamaña verdad. El hombre es cultura, pero también naturaleza. O mejor dicho, el hombre es naturaleza, pero también es cultura: en ese orden. Y tan cierto como ello es también el hecho de que su cultura triunfa cuando no va en detrimento de la naturaleza. ¿ Puede concebirse el desarrollo de una sociedad humana que, por ejemplo, establezca el rito cultural de castrar a todos los varones recién nacidos? ¿ Y qué hay de una sociedad cuyos miembros determinen, como en el experimento social de Alan Sokal [ 125 ], que la ley de la gravedad es también una“ construcción discursiva” y, por añadidura, decidan que pueden arrojarse del rascacielos más alto sin esperar nefastas consecuencias de ello?
Volviendo al núcleo de nuestro tema, para explicar la génesis de la opresión, De Beauvoir va a ofrecer una explicación histórica y antropológica de la mujer, que se