Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 47
El clasismo y el racismo son primos hermanos. Ambos guardan la misma lógica
de crear en un plano abstracto colectivos de personas en función de determinados
caracteres, pretender su enfrentamiento incondicional y promover entre ellos, a la
postre, un odio visceral. El citado folleto de los pedagogos soviéticos da cuenta de esto
cuando sentencia que el Partido tiene “el derecho total e incondicional (…) a intervenir
en la vida sexual de la población con objeto a mejorar la raza practicando una
selección sexual artificial”. Preobrajenski, importante dirigente del Partido, espetaba
algo similar cuando decía que el sexo es un “problema social, aunque se le considere
únicamente desde el mero punto de la salud física de la raza (…). [El sexo debe estar
orientado a una] mejor combinación de las cualidades físicas de las personas que están
en relaciones”.[92] Cabe recordar que el tirano Stalin acabó prohibiendo el casamiento
de los rusos con extranjeros.
A menudo la izquierda, todavía nostálgica del genocidio comunista del siglo
pasado por más que le pese y trate de ocultarlo, busca reivindicar la experiencia
soviética destacando los “grandes avances” que se lograron para una mujer que vio
incorporársele en el mundo productivo y social. Pero estos encubiertos admiradores
soviéticos no suelen reparar en el hecho de que, sus primos hermanos, los nacional-
socialistas, hicieron lo propio, algo que si fuera utilizado como argumento para
reivindicar el nazismo generaría las más ásperas críticas e indignaciones que jamás
vemos producirse cuando lo que se procura reivindicar es el comunismo. En efecto, es
conocido que las políticas de obras públicas y económicas centralizadas del nazismo,
con Hjalmar Schacht como ministro de economía y presidente del Reichsbank, dieron a
la mujer un relevante papel laboral en el sector de industria de servicios, en
actividades de tipo agrícolas y en la burocracia estatal: “hacia 1940, las mujeres
figuraban en más de 3,5 millones en el sector industrial y de servicios, y más de 5
millones 600 mil en la silvicultura y producción agrícola de alta calidad (lo cual
requería capacitación técnica avanzada), y tan sólo 1,5 millones en sectores de peor
remuneración como servicio doméstico”.[93] De la misma manera se suele exaltar la
presunta participación política de la mujer soviética (algo más sobre esto diremos
hacia el final de este apartado), sobre lo cual cabría concluir algo muy parecido en el
régimen nacional-socialista aunque, nuevamente, sería motivo de escándalo: “La
NSF Nationalsozialistische Frauenschaft agrupaba 800 mil mujeres en un comienzo,
llegando a 3,5 millones luego. Había un gran número de empleadas domésticas en las
filas NS, así como de la alta sociedad, y el objetivo buscado era acercar a la mujer al
Welfare State mentado por Hjalmar Schacht y su equipo técnico”.[94] Y por último, se
nos suele hablar sobre la atención que muchas “políticas sociales” soviéticas tuvieron
respecto de la mujer, a lo que, otra vez, podría equiparársele el experimento nazi: en
éste se subsidió la maternidad y el desempleo femenino, se concedieron préstamos