Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 45

1917. En efecto, si la propiedad privada fue el origen del patriarcado, la progresiva abolición de dicho régimen económico debería haber traído la cacareada “liberación de la mujer” en tierras comunistas, como de hecho, la propaganda soviética pretendió hacerle creer al mundo libre que estaba ocurriendo. Con el tiempo nos enteraríamos, no obstante, que aquello no era más que una de las tantas mentiras comunistas. Y quienes mejor dejaron en evidencia este embuste, no fueron otros que un padre e hijo soviéticos, médicos especializados en sexología, ex miembros del Partido Comunista, que llevaron adelante un amplio trabajo sociológico- sexológico que les valió varios años de campo de concentración, trabajo forzado y posterior exilio. Nos referimos a los doctores Mijail y August Stern. Lo que ocurrió en la URSS puede dividirse en dos etapas: una de destape y nihilismo, que arranca con fuerza en la década de 1920, a poco de haber triunfado la revolución, y una de reacción y puritanismo frente a los nocivos efectos sociales advertidos tras una etapa de relajación moral que se buscó dejar atrás con arreglo a todos los medios habidos y por haber. La etapa de destape fue, entre otras cosas, el resultado de hacer del amor algo puramente material o "fisiológico". En una palabra, se buscó despojar al amor de todo componente espiritual y moral. La citada Kollontai, por ejemplo, en un ensayo titulado Un sitio para el Eros alado instigaba a realizar los actos sexuales “como un acto similar a muchos otros, a fin de satisfacer necesidades biológicas que sólo son un estorbo y que hay que suprimir, con objeto de que no interfieran lo esencial: la actividad revolucionaria”.[90] La protagonista de la novela El amor de tres generaciones, de Kollontai, esbozaba: “A mi juicio, la actividad sexual es una simple necesidad física. Cambio de amante según mi humor. En este momento, estoy embarazada, pero no sé quién es el padre de mi futuro hijo, y me da igual”. Existe un “decreto” de la época, de la ciudad de Vladimir (hubo otro similar en Saratov), que proponía una “socialización de las mujeres”, y que ilustra la mentalidad que el socialismo había generado: “A partir de los dieciocho años de edad, toda muchacha queda declarada de propiedad estatal. Toda muchacha que alcance la edad de dieciocho años y que no se haya casado está obligada, so pena de denuncias y severos castigos, a inscribirse en una oficina de ‘amor libre’. Una vez inscrita, la muchacha tiene derecho a elegir esposo entre diecinueve y cincuenta años. Los hombres también tienen derecho a elegir una muchacha que haya llegado a la edad de dieciocho años, suponiendo que dispongan de pruebas que confirmen su pertenencia al proletariado. Para quienes los deseen, la elección de marido o mujer puede efectuarse una vez al mes. En interés del Estado, los hombre entre diecinueve y cincuenta años tienen