Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 37
en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. La filósofa Amelia Valcárcel
explica que la Declaración de Seneca Falls se erigió “desde postulados iusnaturalistas
y lockeanos, acompañados de la idea de que los seres humanos nacen libres e
iguales”.[69] Entre otras cosas, allí se anota que “todos los hombres y mujeres son
creados iguales; que están dotados por el creador de ciertos derechos inalienables,
entre los que figuran la vida, la libertad y la persecución de la felicidad”. Se hace
especial hincapié en reivindicar los derechos de participación política para la mujer y
contra las restricciones de carácter económico imperantes en la época, como la
prohibición de tener propiedades y dedicarse a la actividad comercial.
Importantes políticos y pensadores norteamericanos como Abraham Lincoln y
Ralph Emerson apoyan la causa de las mujeres. En 1866, el Partido Republicano
presenta la Decimocuarta Enmienda a la Constitución, en la cual se concede el voto a
los esclavos, pero la mujer continúa excluida. Dos años más tarde, en 1868, Estados
Unidos ve nacer la Asociación Nacional para el Sufragio Femenino, y un año más tarde
la Asociación Americana para el Sufragio Femenino. Ese mismo año, 1869, el primer
Estado norteamericano concede el voto a las mujeres: Wyoming. Pero recién en 1918
se aprobará la Decimonovena Enmienda por la cual el voto femenino fue posible,
gracias a un Congreso Republicano, setenta años después de la Declaración de Seneca
Falls.
Como hemos visto de la forma más sintética que nos fue posible exponer, la s
revoluciones liberales trajeron igualdad y libertad pero sólo para los hombres en sus
comienzos. La ley seguía siendo dispareja, y las mujeres continuaron siendo un conjunto
humano pre-cívico y al margen del sistema educativo. Pero el nuevo marco filosófico y
las nuevas realidades económicas que las mismas revoluciones liberales apuntalaron,
empezarán a transformar la moral de la época, y la preocupación por la situación de la
mujer emergerá con gran fuerza. Por ello la primera ola del feminismo, de carácter
liberal, también conocida como “sufragismo”, se caracterizó fundamentalmente por el
acento puesto en la igualdad ante la ley, reivindicando derechos cívicos y políticos
para el sexo femenino lo cual, lejos de representar un mal social, fue un gran aporte en
favor de la Justicia.
El final de esta historia es bien conocido. En muchos de los países
industrializados las mujeres accedieron a los derechos políticos antes de la Primera
Guerra Mundial. Y al término de la Segunda Guerra Mundial, en todos los países donde
regía un sistema democrático, el voto se había por fin universalizado en favor del
público femenino.
Sin embargo, el feminismo no había agotado de ninguna manera su razón de ser,