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radicalizada y plural. (…) No es en el abandono del terreno democrático sino, al
contrario, en la extensión del campo de las luchas democráticas al conjunto de la
sociedad civil y del Estado, donde reside la posibilidad de una estrategia hegemónica
de izquierda”.[49]
Digamos al respecto dos cosas. En primer lugar, surge de la propia pluma de
Laclau y Mouffe que la radicalización de la democracia no es un fin en sí mismo sino un
medio para alcanzar otro fin: la destrucción del “individualismo posesivo” típicamente
liberal, es decir, la destrucción de la noción de los derechos individuales y de la
propiedad privada. En segundo lugar, así como las dictaduras socialistas del siglo
pasado alegaban estar llevando adelante una “democracia sustancial” frente a la
“democracia burguesa” del mundo capitalista, en Laclau y Mouffe esta distinción se
mantiene vigente aunque con un nuevo nombre: democracia radical vs. democracia
liberal. Pero la supuesta “democracia radical” no es mucho más que el nombre dado a
un socialismo que ha incluido en su discurso una serie de demandas que exceden al
tradicional terreno de las clases. Y tan así es, que los propios autores concluyen su
libro de esta forma: “Todo proyecto de democracia radicalizada incluye
necesariamente, según dijimos, la dimensión socialista —es decir, la abolición de las
relaciones capitalistas de producción— (…). Por consiguiente, el descentramiento y la
autonomía de los distintos discursos y luchas, la multiplicación de los antagonismos y
la construcción de una pluralidad de espacios dentro de los cuales puedan afirmarse y
desenvolverse, son las condiciones sine qua non de posibilidad de que los distintos
componentes del ideal clásico del socialismo (…) puedan ser alcanzados”.[50]
No es exagerado decir que el objeto de toda la teoría de Laclau y Mouffe es la
construcción de un socialismo[51] adaptado a las condiciones del nuevo milenio que
ven venir, al cual le han puesto de manera simpática el apodo de “democracia radical”
para incluir demandas que no han tenido lugar con anterioridad en las teorías
socialistas. “El término poco satisfactorio de ‘nuevos movimientos sociales’ —
escriben los autores— amalgama una serie de luchas muy diversas: urbanas,
ecológicas, antiautoritarias, antiinstitucionales, feministas, antirracistas, de minorías
étnicas, regionales o sexuales. (…) Lo que nos interesa de estos nuevos movimientos
sociales no es (…) su arbitraria agrupación en una categoría que los opondría a los de
clase, sino la novedad de los mismos, en tanto que a través de ellos se articula esa
rápida difusión de la conflictuidad social a relaciones más y más numerosas, que es hoy
día característica de las sociedades industriales avanzadas”.[52] Aquí es donde
nosotros nos concentraremos en este libro: en desmantelar los discursos de estas nuevas
máscaras de la izquierda que sus teóricos hegemonizaron.
La relevancia y la autonomía de la política y la ideología aparecen con toda su