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Existe un vínculo muy claro entre hegemonía y cultura para el pensamiento
gramsciano. La dominación cultural es el conducto a través del cual la burguesía
italiana logra hegemonizar al campesinado del sur. Y es por eso que Gramsci concluye
que es vital que proliferen intelectuales comunistas, pues ¿quién mejor que los
intelectuales para lograr cambios culturales?: “También es importante que en la masa
de los intelectuales se produzca (…) una tendencia de izquierda en el sentido moderno
de la palabra, o sea, orientada hacia el proletariado revolucionario. La alianza del
proletariado con las masas campesinas exige esta formación; aún más lo exige la
alianza del proletariado con las masas campesinas del sur”.[35]
La idea de “hegemonía” en Gramsci ha superado, en este orden, la mayor parte
del economicismo que aquélla contenía. ¿Por qué? Porque ahora la hegemonía
precisará en adelante de un accionar cultural que Gramsci llamará “intelectual-moral”:
la hegemonía se realiza generando cambios al nivel cultural, y no es una simple alianza
económico-política como pregonaba Lenin, ni es la asunción de tareas externas a la
propia clase como planteaba Plejanov. La hegemonía en Gramsci se da en un terreno de
gran trascendencia: el de los valores, creencias, identidades y, en definitiva, el de la
cultura: “Toda revolución —anota Gramsci— ha sido precedida por un intenso trabajo
de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados
humanos al principio refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y
para ellos mismos su problema económico y político, sin vínculos de solidaridad con
los demás que se encontraban en las mismas condiciones”.[36]
Dicho de otra manera: la hegemonía ya no se da en la transacción de intereses
materiales, sino en el hecho de inyectar en el otro una misma “concepción del mundo”
que anude lazos de solidaridad orgánicos (hegemónicos) entre grupos que pertenecen a
distintas clases sociales —obreros por un lado, campesinos por el otro—. Es el vínculo
ideológico y no tanto el económico el que da sentido a la formación política
hegemónica en Gramsci. El éxito del proceso hegemónico (es decir de la fusión entre
grupos distintos acerca de la conciencia revolucionaria), depende de la confección de
una ideología de signo contrario respecto de la dominante, que cuestione su “sentido
común”, su forma de ver el mundo, su forma de organizar la sociedad , la economía, la
política, la cultura.
Pero en Gramsci la clase obrera continúa siendo una clase privilegiada en algún
sentido. En efecto, es la clase que tiene la posibilidad de llevar adelante procesos
hegemónicos que extiendan los límites de su voluntad a otros grupos sociales también
subalternos. La hegemonía parece ser una iniciativa exclusiva del proletariado en su
estrategia. Tanto es así, que en sus apuntes sobre El Príncipe de Maquiavelo, Gramsci