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meridional”, y su deuda teórica para con Lenin es admitida en varios pasajes de sus
Cuadernos de la cárcel, compilación de anotaciones que el italiano hizo mientras se
encontraba encarcelado por el régimen de Benito Mussolini. En el texto antedicho,
Gramsci aborda el problema de la división existente entre la Italia industrial del norte y
la Italia agraria del sur, y el rol hegemónico que debe asumir la clase obrera frente al
campesinado que, en términos leninistas, significa el problema de generar una alianza
de clases entre el obrerismo y el campesinado en la cual el primero lleve la
conducción.
Gramsci describe la hegemonía en estos términos prácticos: “El
proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que
consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el
capitalismo y el Estado burgués a la mayoría de la población trabajadora, (…) en la
medida en que consigue obtener el consenso de las amplias masas campesinas. (…)
Conquistar la mayoría de las masas campesinas significa (…) comprender las
exigencias de clase que representan, incorporar esas exigencias a su programa
revolucionario de transición, plantear esas exigencias entre sus reivindicaciones de
lucha”.[33]
Hasta aquí, la hegemonía continúa siendo una “alianza de clases” como
pregonaba Lenin, aunque empieza a ponerse de relieve la necesidad de “comprender”,
“incorporar” y “plantear” —tal las palabras de Gramsci— las exigencias de los grupos
campesinos, que parece ir más allá de una simple alianza pasajera. Las consideraciones
del pensador italiano no se asemejan en ningún sentido al “golpear juntos, marchar
separados” de su camarada Lenin. Lo que Gramsci empieza a plantear es la necesidad
de generar un vínculo mucho más fuerte con la clase campesina en el marco de una
lucha común contra el capitalismo.
Ahora bien, en el mismo texto, pero poco más adelante, Gramsci da un nuevo
salto cuando advierte que la hegemonía sobre los campesinos del sur la mantiene la
“clase burguesa” gracias al influyente accionar de sus intelectuales sobre ese sector. El
campesinado está fuertemente dominado en términos culturales y en su “visión del
mundo” por la burguesía, y eso es lo que quiere romper Gramsci. En particular, éste
menciona al filósofo liberal-conservador Benedetto Croce como uno de los
responsables de esta hegemonía burguesa por sobre el campesinado, para ejemplificar
de qué forma el accionar intelectual resulta vital: “Benedetto Croce ha cumplido una
altísima función «nacional»: ha separado los intelectuales radicales del sur de las
masas campesinas, permitiéndoles participar de la cultura nacional y europea, y a
través de esta cultura los ha hecho absorber por la burguesía nacional”.[34] Como
vemos, acá se produce un cambio de paradigmas: mientras que para el marxismo
clásico luchar en el plano cultural, político o jurídico era más o menos como luchar
“contra una sombra”, para Gramsci esta lucha era la realmente importante.