Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 198
combatirlos siempre, sólo que ahora encontró nuevos pretextos y un ejército gratuito
conformado por almas conflictuadas dispuestas al renovado enfrentamiento abierto.
Contra la Iglesia, la guerra se desata porque más allá de cuestiones de Fe y de
toda connotación sobrenatural o teológica, ésta siempre estuvo en favor de las
jerarquías, de la existencia de la propiedad privada, de que las clases sociales
convivan en armonía y del respeto por el orden natural. O sea que por su propia
composición doctrinal e institucional, la Iglesia desde siempre fue un importantísimo
freno cultural y espiritual contra el avance de las ideas izquierdistas, que condenó en un
sinfín de documentos: no sólo desde Encíclicas tales como Quod Apostolici Muneris,
Inmortale Dei o Divinis Redemptoris sino hasta por medio de un decreto del Santo
Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) ordenado por Pío XII el 1º de
julio de 1949 que prohíbe a los católicos “dar su nombre a los partidos comunistas o
prestarles favor”, y quienes “defienden o propagan la doctrina materialista y
anticristiana de los comunistas incurren, por este hecho, como apóstatas de la fe
cató lica, en la excomunión reservada de especial manera a la Sede Apostólica”[603].
Pero no es necesario ser un erudito en asuntos eclesiales dado que los puntos
más básicos y populares del cristianismo se oponen de punta a punta al comunismo en
todas sus manifestaciones; nos referimos a los Diez Mandamientos, los cuales son
sabidos y aprendidos hasta por cualquier niño que desee incursionar en el catecismo
parroquial. En efecto, el Decálogo nos manda “amar a Dios sobre todas las cosas”, “no
tomar su santo nombre en vano” y “guardar los domingos y fiestas de preceptos” (el
comunismo por su materialismo dogmático es confesadamente ateo). “Honrar padre y
madre” (aquí se resalta no sólo el concepto de jerarquía natural sino el de familia). “No
cometer actos impuros” y “no desear la mujer del prójimo” (nuevamente son preceptos
que no sólo defienden a la familia tradicional sino que riñen con el pansexualismo).
“No robar” y “no codiciar bienes ajenos” (el comunismo niega la existencia de bienes
ajenos al no reconocer el derecho de propiedad). “No matar” (el comunismo superó los
cien millones de asesinatos en el Siglo XX y hoy promueve el genocidio infantil a
través del aborto). Finalmente, el Decálogo dice “No mentir” (para enumerar las
mentiras históricas y presentes del comunismo deberíamos escribir libro aparte).
Finalmente, más allá de algunos desvíos o actualizaciones sufridas a través del tiempo,
es un hecho que el cristianismo en general o el catolicísimo en particular no tienen
punto de contacto alguno con el comunismo y sus derivados. Rebelarse ideológica y
políticamente contra ello es un frente de batalla que la izquierda nunca puede descuidar,
y la comunidad homosexual es caldo de cultivo para mandarla al frente a los fines de
lidiar acríticamente: habitualmente las violentas marchas tanto feministas como
homosexualistas suelen hacerse frente a Iglesias o catedrales en el afán de
“escracharlas” o agredirlas en sus bienes físicos y humanos, tal como ha explicado Laje