Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 199

en la primera parte de este trabajo. Respecto del ataque de la izquierda contra la familia, encontramos aquí elementos de orden ideológico pero también de índole práctico. Por empezar, la familia es el núcleo afectivo y de contención por antonomasia. Lo primero que toda persona conoce es su familia, y advierte así la existencia de jerarquías sucesivas y naturales a las cuales amorosamente tiene que obedecer y depender: padre, madre, hermano mayor, etc., y el niño va internalizando ese orden jerárquico, el cual nada tiene que ver con el utopismo igualitario y horizontal que la izquierda pretende promocionar (aunque luego sus regímenes sean crueles autocracias verticalistas). Por supuesto que en un matrimonio puede ser que sea la madre quien tenga una personalidad más imponente que la del padre o que la opinión de un hermano menor tenga mayor peso en su influencia que la de un hermano mayor con motivo de características de la personalidad. Pero más allá de eventuales intercambios de ciertos roles no esenciales, lo cierto es que la jerarquía como concepto es lo que el niño aprende y absorbe como natural y como modelo desde su primer día de vida. Por ende, a la izquierda le interesa romper con la noción de familia para disolverla y reemplazarla progresivamente por experimentos propensos a un relativismo igualitario y así fomentar en las nuevas generaciones, o bien la desjerarquización, o en su defecto el conflicto familiar para que ésta se vea erosionada. Luego, golpear o envilecer a la familia es además una manera implícita de golpear por añadidura a la religión: no nos olvidemos que el matrimonio fue y es un Sacramento religioso, ante lo cual, diría un viejo refrán, al atacarlo se estarían “matando dos pájaros de un tiro”. ¿Y a todo esto qué tiene que ver la tradición? Si para la izquierda el “Estado burgués” es el órgano arquetípico de la sociedad política a la cual hay que destruir, la familia es el órgano arquetípico de la sociedad civil al que también hay que destruir, porque entre otras cosas, ésta es dadora de valores, usos y costumbres, es decir, es el órgano por excelencia depositario de la tradición o de las tradiciones que se encuentran en las antípodas del sujeto revolucionario. Vale decir, los padres le transmiten a sus hijos muchos de los valores que a su vez ellos recibieron de sus respectivos padres (y así sucesivamente). Luego, la familia es el principal ente emisor de la tradición y no se puede hacer una revolución cultural sin romper con la tradición cultural: esta última constituye el freno de aquella. Justamente, por regla general la familia no pretende hacer de sus hijos revolucionarios frenéticos sino hombres de provecho que sean continuadores, perfeccionadores o superadores de su tradición familiar y así contar con las mejores herramientas para insertarse en el mercado. Y la izquierda tuvo esto tan claro, que ya