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una revolución política sólo puede desembocar en la transmisión del mando de un grupo de gobernadores a otro (…). Sólo la evolución de la esencia subyacente, la realidad económica, puede producir transformaciones esenciales o reales, esto es, una revolución social”.[24] Pero todo este castillo de arena empezó a caerse más temprano que tarde, con la mismísima revolución marxista por excelencia: la rusa. II- La excepción rusa y la hegemonía Una revolución en Rusia a principios del Siglo XX introducirá, por paradójico que parezca, un grave problema teórico para el marxismo tradicional y su filosofía de la historia. El problema puede resumirse en una simple pregunta: ¿Cómo podía darse una revolución proletaria en aquella Rusia que todavía no había tenido su revolución democrático-burguesa? Vale decir, la Rusia zarista de 1905 y 1917 —años en los que se experimentaron luchas revolucionarias—, a diferencia de la Francia de 1789 —que tenía una importante burguesía que pujaba por reemplazar el sistema monárquico-feudal vigente— contaba con una situación política en la cual había zares pero no una burguesía latente que pudiera afectarlos. Entonces, según el razonamiento marxista, faltaba una burguesía que hiciera ese trabajo para que a su vez, posteriormente, ésta fuera desplazada por otra clase social: el proletariado. Pero el problema que ponía en jaque las predicciones marxistas fue que la revolución comunista se produjo “saltando etapas”, puesto que se pasó de una situación feudal directamente al socialismo, sin pasar en el medio por una “revolución burguesa”. Se habría saltado desde la planta baja al segundo piso sin haber construido el primero, siguiendo el ritmo de las metáforas edilicias. Marx y Engels habían establecido un orden progresivo en el proceso revolucionario; tenían, en una palabra, una concepción “etapista” de la historia (un desarrollo por etapas), bajo la cual las distintas clases tenían tareas que les eran “connaturales”. Para ellos, las primeras revoluciones del proletariado tenían que suceder en los países capitalistas más avanzados en virtud de la propia dinámica de las fuerzas materiales que ya hemos visto. La revolución que se dio en la Rusia de 1905[25] estaba ilustrando para sus espectadores, pues, un desajuste magnánimo: el desajuste de las etapas de la historia predichas por Marx, y el desajuste de las tareas históricas que cada clase debía asumir conforme a las leyes sociológicas inventadas por el marxismo. Y frente a este problema, dentro de la socialdemocracia rusa estuvieron quienes afirmaron que el proletariado no debía participar como fuerza