Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 180
precolombino son inacabables y quien quiera profundizar, nada mejor que consultar a
un historiador de verdad como lo es Cristian Rodrigo Iturralde, probablemente uno de
los especialistas más avezados de habla hispana en esta materia y autor de dos macizos
tomos de imprescindible lectura para todo aquel que pretenda ampliar el
conocimiento[541].
¿Pero por qué en la América precolombina existía tanta aversión a la sodomía
si ellos no tenían los “prejuicios católicos” ni conocían al satanizado “capitalismo
heterosexista”? Pues porque en líneas generales la aversión a la sodomía lejos de ser
un “prejuicio cultural” ha constituido un instinto o reacción espontánea en el ser humano
más allá de su lengua, raza, cultura, religión o tiempo histórico en el que le haya tocado
vivir. Ese rechazo es tan automático como bien podría ser el impresionarse ante quien
se advierte comiendo excremento. ¿Tiene derecho una persona a comer excremento?
Estimamos que sí y ese derecho habría de ser inviolable. Pero sería ridículo
desconocer que ese desarreglo alimenticio no cause escozor en las personas que
presencian la desagradable ingesta fecal. Podría argumentarse que en algunas antiguas
culturas puntuales, la sodomía fue tomada de una manera aceptable o al menos no era
resistida. Es cierto, pero también en ciertas comunidades el canibalismo, los sacrificios
humanos, la pedofilia, la esclavitud o la reducción de cabezas enemigas como
souvenirs de guerra eran tomados como hábitos de uso corriente. Pero la particular y
excepcional habitualidad de conductas objetivamente disvaliosas en ciertas
poblaciones de la historia no las convierte en buenas y fecundas por el mero de hecho
de que hayan sido alguna vez toleradas en colectividades ya desaparecidas o
sobradamente superadas.
Pero volviendo a Osvaldo Bazán y su libraco, si hay algo permanente en su
kilométrica obra es que su autor abomina de los “prejuiciosos” y “discriminadores”.
Pero en su obra nadie que no sea devoto del homosexualismo ideológico se salva, y
hasta Bazán se da el gusto de ensañarse de una manera particularmente incisiva contra
el célebre médico, psicólogo, farmacéutico, criminólogo, filósofo y escritor socialista
José Ingenieros, puesto que como este último nunca aplaudió las conductas
homosexuales, Bazán lo ataca paradojalmente con un argumento discriminativo,
alegando que por el nivel académico de sus escritos u opiniones, Ingenieros “hoy sería
apenas un taxista reaccionario”[542]. Descalificación prejuiciosa al rebajar al célebre
pensador socialista en función de una actividad laboral que el segregacionista Bazán
evidentemente considera de “inferior” condición.
Pero no sólo faranduleros con pretensiones historiográficas se han dedicado a
formar parte de la “elite intelectual” de homosexuales contemporáneos locales.
Probablemente el militante mejor preparado académicamente de entre todos los que