Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 175
del principio masculino (activo, penetrante) sobre el principio femenino (pasivo,
penetrado) implica el tabú de la feminización sacrílega de lo masculino, es decir, del
principio dominante que se inscribe en la relación homosexual”[521]. Incluso, en la
jerga popular existe una suerte de atenuante o disculpa para con el elemento activo,
como si éste no fuese tan responsable como el pasivo acerca del encuentro sexual. Pero
muy particularmente en la Argentina, el homosexual activo no sólo goza de una sanción
social menor que el pasivo, sino que muchas veces ese rol brinda “buena reputación”
en algunos ambientes, tal como se puede advertir en los cánticos de las hinchadas de
fútbol, cuyas letras se ufanan con frecuencia de “comerse” al rival.
Esta exculpación o glorificación que se hace del homosexual activo ya había
sido advertida y denunciada con horror por el propio Jorge Luis Borges desde las
páginas de la revista Sur: “Añadiré otro ejemplo curioso. El de la sodomía. En todos
los países de la tierra, una indivisible reprobación recae sobre los dos ejecutores del
inimaginable contacto. Abominación los dos, si sangre sobre ellos , dice el Levítico.
No así entre el malevaje de Buenos Aires, que reclama una especie de veneración para
el agente activo —porque lo embromó al compañero. Entrego esa dialéctica fecal a los
apologistas de la viveza, del alacraneo y de la cachada, que tanto infierno
descubren”[522].
Finalmente, vale mencionar que éste encono tan violento como frecuente en los
ambientes homosexuales se debería, además de lo expuesto, a que la denominada
“homofobia” sí existiría, pero entre los propios homosexuales, dado que muchos de
éstos sienten a su vez desprecio por la condición homosexual de sus congéneres. Esto
que parecería una flagrante contradicción (un homosexual despreciando a otro
homosexual por ser homosexual), fue desarrollado in extenso por el escritor
homosexualista Jacobo Shifter Sikora en un capítulo llamado “Homofobia
Interiorizada” de su libro al cual ya hemos remitimos, y lo que sintéticamente dice el
autor es que: “El odio es hacia sí mismo. Sin embargo, el subconsciente lo disimula
haciendo creer que el odio es hacia otro”[523]. Vale decir que más allá de las causas
que se quieran esgrimir, lo cierto es que muchos homosexuales desprecian tener esa
condición, pero para evitar la angustia o incomodidad de despreciarse a sí mismos,
exteriorizan el desprecio para con sus análogos. En consecuencia, nos resulta imposible
no abrevar en aquel elemento del inconsciente que en psicología el propio Sigmund
Freud llamó como “proyección negativa”, el cual es justamente un mecanismo de
defensa mediante el cual un sujeto le atribuye a otras personas los defectos o carencias
que les son propios. O sea que este mecanismo opera en situaciones de conflicto
emocional en el cual el individuo le imputa a terceros los sentimientos, impulsos o
pensamientos que resultan inaceptables para sí mismos. Por esta vía, la defensa
psíquica logra poner estos contenidos amenazantes en el afuera. De tal forma que es