“¿ Y en un momento me pregunté, ¿ yo quiero ésta vida, vivir como loca todo el día?”. Uno de los entrevistados reconoció que a la iglesia homosexual“ venía mucha gente que tenía el problema del HIV”[ 509 ].
Pero como si al complejo mapa sociológico de las tribus sodomíticas le faltasen referentes, éramos pocos y aparecieron en escena los travestis, pero no sólo para hacer notar sus disfraces sino para exhibir pretensiones políticas y gremiales: en mayo de 1991 surgió una logia denominada“ Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidad”( Transdevi), grupo capitaneado por un sujeto que afirmaba llamarse“ Karina Urbina” y dos años después, en mayo de 1993 nació la orden“ Travestis Unidas”( TU) de la mano de un tal“ Kenny de Michelis”. Pero fue al mes siguiente( junio de ese mismo año) cuando hizo su debut el cónclave más vistoso, nos referimos a la“ Asociación de Travestis Argentinas”( ATA), conducida por un muchacho oriundo de Luján( Provincia de Buenos Aires) quien bajo el pseudónimo“ Belén Correa” saltó a la fama.
En un principio, quizás por su connotación estética tan chocante y burlesca, la aparición de los travestis en escena generó aversión no sólo en el grueso de la opinión pública, sino incluso entre aquellos que actuaban intelectualmente en los ambientes más recalcitrantes de la izquierda local:“ Los travestis nunca, pero nunca, van a lograr ser lo que se desviven por parecer: mujeres(…) No son nada, ni hombres ni mujeres, viven en un mundo de apariencia y no en el del ser(…) su cacareada trasgresión no es más que un exabrupto, ruido que solo jode a las amas de casa, lumpenaje triste, autodestrucción sin grandeza, hecatombe que se instala en las páginas amarillistas de Crónica y no en los laberintos grandiosos de La genealogía de la moral, de Nietzsche”[ 510 ] anotó en los años 90 para asombro de propios y extraños el difusor José Pablo Feinmann, con lo cual, queda claro que en esta materia incluso los que se encuentran fatalmente ideologizados tienen esporádicos intervalos de lucidez y el sentido común pareciera primar por sobre sus respectivas quimeras ideológicas. Pero andando los años, este“ lumpenaje triste” del travestismo fue siendo“ naturalizado” y aceptado con lisonjas, y su exponente más famoso supo ser un“ vedette” llamado Gerardo Vírguez que se popularizó con el seudónimo de“ Cris Miró”, publicitado además por su relación personal con el ex futbolista Diego Maradona [ 511 ] y por haber llegado a encabezar elencos en teatros de revistas: murió de SIDA en 1999 a la temprana edad de 33 años. Pero su ausencia“ artística” fue rápidamente reemplazada por otro travesti en ascenso, un opulento morocho llamado Roberto Carlos Trinidad( conocido como“ Florencia de la V”), que en sus comienzos contó con el auspicio mediático del pornocómico Gerardo Sofovich. Finalmente, el régimen de Cristina Kirchner le otorgó al Sr. Trinidad la posibilidad de cambiar su nombre en el Documento Nacional de Identidad y hacerse pasar formalmente por mujer.