Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 171

Paralelamente a la CHA y sus desprendimientos, durante los años ´90 fluyeron otras congregaciones complementarias como la “Fundación Buenos Aires SIDA” (dirigida por el ya insufrible Alex Freyre) o la camarilla “Colectivo Eros” (conformada por estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA[500]) quienes no tardaron en pelearse entre sí y disolverse, para luego ingresar en otros espacios con similares usanzas. También fue en la segunda mitad de la década de los ´90 cuando aparece en escena otro arquetipo de homosexual varón autodenominados como “osos”, agrupados en una suerte de club social[501] y caracterizados por una estética signada por el exceso de peso, el hábito de la barba, la ostentación del bello y el atípico empleo de ademanes rústicos o viriles, de uso infrecuente en un ambiente signado por la histeria y el afeminamiento. Pero fue en estos tiempos de libertad en los albores del menemismo cuando se hizo más visible en esta militancia la presencia femenina (por decirlo de algún modo), como por ejemplo la organización lesbo-marxista “Las Lunas y las Otras”[502]; el grupo pseudoreligioso de abortistas autodenominado “Católicas por el derecho a decidir”[503]; la organización “Las Fulanas”[504] fundada por la conocida trotskista María Rachid, muchacha de tamaño físico intimidante que años después, en el 2011, arremetió a las trompadas contra el cómico kirchnerista y drogadicto confeso Claudio Morgado por denuncias mutuas de corrupción cuando ambos dirigían el INADI[505] —ante el incidente físico Morgado se aterró y pidió socorro a la policía[506]—. Finalmente, nos encontramos en esos años con la aparición de la revista “Cuadernos de Existencia Lesbiana”[507], publicación que circuló a partir de 1987 y cuyos fascículos fueron actualmente digitalizados en un curioso portal de Internet de gastronómica denominación: “Potencia Tortillera”[508]. Pero a estas alturas, el lobby homosexual se había ensanchado tanto y tornado tan complejo que hasta contaba con religión propia: fue también en los años ´90 y bajo la fachada de “Iglesia de la Comunidad Metropolitana”, cuando se instaló en Buenos Aires una suerte de “espiritualidad homosexual”, dirigida por un tal Roberto González, un predicador que vistiendo una estridente sotana multicolor fungía de “sacerdote” y parodiaba la Liturgia Católica mientras “casaba” a sus fieles entre sí. Según testimonios recogidos por el sociólogo homosexualista Ernesto Meccia, esta “iglesia” cumplía la función de aplacar la desatada promiscuidad de sus acólitos: “No sé si será cosa de la edad, pero llega un punto en que cansa la noche, yirar toda la noche para terminar en un boliche” sostuvo un feligrés, en tanto que otro fiel confesó: “Cuando conocí la Iglesia llevaba una vida muy nocturna, me enteré de que tenía el virus pero igual salía de noche a buscar algo. Una vez tuve una historia violenta en la calle con un chongo, vi las estrellas… no sé por qué ahí frené. Un amigo me comentó de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana y empecé a ir”, en tanto que otro parroquiano acota: