Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 167

crearon un vacío a su alrededor. Huían espantados. Ellos quedaron solos completamente. Para lo único que sirvió fue para que la derecha( sobre todo el coronel Osinde que organizaba esos actos multitudinarios), dijera que los Montoneros eran‘ drogadictos y homosexuales’”[ 482 ]. Acusación agraviante que indignó a estos últimos, quienes respondieron el infamante insulto con el histórico cántico:“ No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y Montoneros”.
En enero de 1976 el régimen peronista encarceló a Perlongher con motivo de sus vínculos con la droga. Este encierro duró tres meses puesto que de inmediato que asumió el gobierno cívico-militar en marzo del‘ 76, el activista de marras fue liberado. Perlongher decidió no proseguir su militancia y fue en 1981 cuando resolvió emigrar a Brasil, país en el que se instaló y prosiguió escribiendo y generando histéricos conflictos en el seno de su ambiente. Y así como antes él se quejaba de que los homosexuales eran“ marginados”, durante el flamante gobierno de Raúl Alfonsín( 1983-1989) también se quejaba pero por lo opuesto, es decir por la creación y existencia formal de la CHA(“ Comunidad Homosexual Argentina” fundada en 1984), acusada por Perlongher de ser“ conservadora” al tener un discurso no trotskista revolucionario sino integracionista( la CHA no proponía una revolución homosexual sino tan solo equiparar derechos con los heterosexuales). Al mismo tiempo, desde la ciudad de San Pablo, donde este insatisfecho crónico residía, disparaba también contra la proliferación de boliches homosexuales en Buenos Aires, alegando que éstos eran“ un campo de concentración confortable”: a La Rosa Perlongher no había bergamota que le viniera en gracia.
Promiscuo irrecuperable, drogadicto perdido, integrante de la secta afroespiritista“ El santo Daime”[ 483 ] y comunista radicalizado, al explotar el SIDA como enfermedad característica de los homosexuales en los años‘ 80, Perlongher, en lugar de tomar recaudos estrictos en su desordenada vida personal, descreyó de la existencia de dicho mal y publicó en 1988— cuando ya habían muerto un sinfín de homosexuales conocidos y desconocidos por dicho mal— un delirante libro titulado El fantasma del Sida, cuya tesis central decía que tal enfermedad no existía y que todo esto no era más que un invento comercial y publicitario del“ imperialismo norteamericano” promovido con el fin de“ controlar los cuerpos” y“ vender medicamentos”. La realidad no tardó mucho en hacerlo cambiar de opinión: al año siguiente, en 1989, él mismo se enteró de que padecía un SIDA fulminante y que sus perspectivas de vida se apagaban dramáticamente: murió en 1992 en San Pablo a los 43 años, víctima de una enfermedad ocasionada no por el“ complot capitalista” que él había denunciado un año atrás, sino como consecuencia de sus frenéticas rutinas personales.
A pesar del propio Perlongher, sus correligionarios catalogan al susodicho