Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 164

tiene derecho alguno a matar al menor inocente y sí tiene la obligación de parirlo y, luego, dispone de la libertad de elegir darlo o no en adopción. Al mismo tiempo, es el Estado el que tiene que contener afectiva y psicológicamente a la madre ante tan fatídico tránsito y, por supuesto, darle un castigo riguroso y ejemplar al depravado. Dicen los filicidas que no obstante nuestros argumentos, “la mitad de la biblioteca sostiene que la vida comienza desde la concepción, pero hay otra mitad de la biblioteca que sostiene que la vida empieza después”. Curiosamente la mitad de la biblioteca que promueve el aborto no dice nunca en qué momento exacto se produce la vida y sólo plantea especulaciones e hipótesis que la ciencia ya ha refutado. Pero supongamos que el tema sigue sujeto a discusión, que hay disparidad de criterios y que aún no se puede saber a ciencia cierta quién tiene razón: en este caso habría que manejarse con prudencia y cautela y prohibir por añadidura el aborto, ya que sería ridículo que ante la duda se decida abortar: similar razonamiento es el que le cabe al juez que ante “la duda” nunca puede condenar al imputado. El célebre principio jurídico “Indubio Pro Reo” ordena justamente al Magistrado judicial que ante la duda debe estarse siempre en favor de la inculpabilidad del reo. Análogamente, en la discusión sobre el aborto, si aceptáramos como válido “dudar” o relativizar el momento en el cual se origina la vida, es obvio que la opción ha de ser siempre por aquella que procure salvaguardar al menor (es decir tomar la vida desde la concepción misma) hasta que el “enigma” se disipase, pero jamás someter al niño al juego de una ruleta rusa especulativa con barniz terapéutico: “Me he dado cuenta de que todo el mundo que está a favor del aborto ya ha nacido”, sentenciaba magistralmente Ronald Reagan. En definitiva, podríamos escribir un libro aparte con la casuística argumentando y contra-argumentando situaciones conflictivas o excepcionales ad infinitum, pero elaborar un trabajo exhaustivo sobre éste no es el propósito del libro presente, aunque tampoco queríamos soslayar un tema tan delicado y tan arraigado en la agenda de la ideología del género. Por lo demás, por confusos, intrincados y envolventes que pretendan ser los aforismos efectistas del activismo filicida, advertimos que siempre la sana lógica en favor la vida podrá no necesariamente ganar la batalla política pero sí la disputa moral y racional, puesto que, en resumen: sea legal o ilegal, el aborto mata igual.