Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 151

importante por mera imposición cultural, sino porque de dicha unión deriva la procreación de la especie y de ella depende la mismísima supervivencia de la humanidad, nada menos. Ya hemos visto cómo la proclama del “matrimonio homosexual” se funda en “exigencias hereditarias”, en demandas relativas a la “cobertura social”, en aforismos ligados a la “no discriminación” y en algún que otra eslogan de poca monta argumental. Nada esencial es discutido y reclamado que no pueda solucionarse por otra vía que no sea por la coacción de este enrarecido encastre legal. ¿Por qué tanta insistencia entonces? Es difícil dar una respuesta categórica. Una posible contestación podría ser que en verdad, lo que de trasfondo se ha buscado con esta presión no haya sido necesariamente el matrimonio en sí mismo, sino que éste obre como antesala para obtener seguidamente el derecho de adopción de niños. Por lo general, los menores disponibles para adopción están en situaciones vulnerables. Muchos han perdido a ambos padres. Otros los tienen separados o empobrecidos. Muy frecuentemente el niño ha sido concebido fuera de lazos estables y como fruto de relaciones fugaces o promiscuas. Por ende, el bienestar de estos niños depende de sacarlos cuanto antes de esa situación irregular y ponerlos a resguardo del cuidado de un medio tan cercano a la normalidad familiar cuanto sea posible. Luego, es frecuente que parejas generosas —muchas veces sin hijos— los adopten brindándoles cariño y estableciendo conexiones afectivas quizás tan intensas como se las suele tener con los propios hijos de sangre. En esta pretensión adoptiva, el lobby homosexual argumenta que “ellos tienen tanto derecho a disfrutar de la paternidad como cualquier otro matrimonio” y, por ende, exigen que se les otorgue una porción de niños en adopción. Sin embargo, los niños no deben estar para satisfacer el disfrute de una minoría sexualmente sindicalizada. El menor tiene derecho a ser adoptado por su dignidad como niño, no como pasatiempo o regocijo de un par de homosexuales ocasionalmente convivientes. Y decimos “ocasionalmente convivientes” porque la vida en pareja del sodomita es muchísimo más promiscua, infiel, viciosa, provisoria e inestable que la de una pareja heterosexual: un homosexual promedio tiene relaciones sexuales con amantes distintos en una cantidad 12 veces superior a un heterosexual, siendo que además cada individuo homosexual que tenga una pareja estable frecuenta al unísono (probablemente a escondidas) un promedio de ocho amantes colaterales al año[459] y fue justamente el Dr. Barry Adam (Profesor homosexual de la Universidad de Windsor en Canadá), quien presentó un trabajo en el cual arribó a la conclusión de que tan sólo el 25% de las parejas sodomíticas eran fieles entre sí[460].