Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 135

acreditada en el mundo hispanohablante es la citada Beatriz Preciado, una lesbiana comunista nacida en Burgos (España), quien se confesó adicta al consumo de testosterona y que portando una estética pseudo-masculina, brinda clases de “filosofía de género” en París y no sólo no se asume a sí misma “ni como mujer ni como varón”, sino que para fomentar la confusión propia y ajena ahora se hace llamar “Paul” Beatríz Preciado[415], a fin de presentarse nominal y visualmente como una orgullosa caricatura del marimacho de vanguardia: incluso suele aparecer en sus clases con bigotes, que suponemos pintados o postizos. Y así como Guy Hocquenghem se quejaba de que hasta ahora la revolución comunista tradicional no venía acompañada de una revolución cultural que desestimara “los prejuicios burgueses”, aparece entonces doña “Paul” y directamente alega que hay que negar las calidades de “varón”, “mujer”, “heterosexualidad”, “homosexualidad”, puesto que las mismas no son categorías reales ni científicas sino meras “ficciones políticas”[416], es decir invenciones fabricadas por la propaganda heterosexista y entonces, el indescifrable personaje nos invita al paroxismo del “igualitarismo sexual” ofreciéndonos un texto suyo titulado Terror anal , el cual nos revela que el ano es algo que tenemos todos los humanos y que eso no sólo es lo que nos iguala frente a cualquier “clasificación discriminativa”, sino que dicho orificio confirma la indiferenciación sexual humana. Pero según Preciado, a pesar de esta prueba antropológica, el capitalismo insensible con el fin de fomentar la desigualdad nos ha “castrado” el concepto del ano como objeto de placer erótico, para luego imponer las desigualdades enfatizando en las personas el concepto de genitalidad (pene y vagina) y así, forzar diferencias discriminativas y jerarquizantes entre las personas: “El ano no tiene sexo, ni género, como la mano, escapa a la retórica de la diferencia sexual. Situado en la parte trasera e inferior del cuerpo, el ano borra también las diferencias personalizadoras y privatizantes del rostro”. Y agrega: “El ano desafía la lógica de la identificación de lo masculino y lo femenino. No hay partición del mundo en dos (…) Rechazando la diferencia sexual y la lógica antropomórfica del rostro y el genital, el ano (y su extremo opuesto, la boca) sienta las bases para una inalienable igualdad sexual: todo cuerpo (humano o animal) es primero y sobre todo ano. Ni pene, ni vagina, sino tubo oral-anal. En el horizonte de la democracia sexual post-humana está el ano, como cavidad orgásmica y músculo receptor no-reproductivo, compartido por todos. (…) No se trata de hacer del ano un nuevo centro, sino de poner en marcha un proceso de desjerarquización”. Y en desconcertante arenga rectal añade: “Frente a la máquina heterosexual se alza la máquina anal. La conexión no jerárquica de los órganos, la redistribución pública del placer y la colectivización del ano anuncia un ‘comunismo sexual’ por venir”[417], vaticina Preciado, cuyas excrementosas composiciones foucaultianas alimentan las admiraciones de su club de lectoras integrado mayormente por lesbianas de ideología comunista, militancia feminista y adictas a las drogas