Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 134
Ojos que no ven…siquiatría y homofobia anota no sólo que el homosexual es una
suerte de tipo humano superior sino que es el revolucionario actual por antonomasia:
“El patriarcado es un modelo de dominación del hombre sobre la mujer; un sistema de
explotación que se basa en el género. Se sustenta en el control, por parte de los
hombres, de los aspectos más importantes de la economía, la cultura, la ideología y los
aparatos represivos de la sociedad”, y ante esta injusticia “las mujeres encontrarían en
el lesbianismo un refugio contra la sumisión y la dominación por parte de los hombres
(…) las lesbianas logran, por medio de su rechazo del hombre, escapar del control y de
las expectativas del patriarcado”, y a su vez, este insólito filósofo ensalza la
superioridad moral del varón homosexual: “Los hombres gays son seres que, a pesar de
tener el acceso directo al poder, lo rechazan y lo niegan. No participan en el sistema de
dominio sobre la mujer, no tienen interés en su sometimiento. Y para colmo de males, el
mundo gay representa la posibilidad de amor y solidaridad entre los hombres. Este
principio también es subversivo para el patriarcado, porque cuestiona la jerarquía, la
competitividad y la agresividad, así como la necesidad de dominio de la mujer y de la
naturaleza”[411].
No menos estrambótico e influyente ha sido en el habla hispana el escritor y
activista español Paco Vidarte, autor de un escatológico libro titulado La ética marica,
en el cual al igual que Hocquenghem lamenta el sentimiento hostil de la izquierda
tradicional para con los homosexuales y entonces, para solucionar este lamentable
“prejuicio” del proletariado histórico, el jactancioso maricón también plantea unir la
lucha de clases marxista con el pansexualismo liberticida: “Una Ética Marica debería
recuperar la solidaridad entre sí de los oprimidos, discriminados y perseguidos,
evitando ponerse al servicio de éticas neoliberales criptoreligiosas”[412]. Y
mimetizándose con la jerga revolucionaria que usaban los marxistas “viriles” del Siglo
pasado, Vidarte ambiciona una suerte de “dictadura del proletariado” pero en versión
homosexual: “La democracia es por definición tradición y futuro heterosexista,
homofóbica y transfóbica. A mí que nadie me venga con tonterías ni con esencialismos
democráticos. Hasta se me ocurre pensar en un totalitarismo que hubiera abolido la
homofobia, una dictadura no transfóbica”[413] y, seguidamente, Vidarte se despacha
con una desagradable exhortación militante de inspiración rectal: “Hacer del culo
nuestro instrumento político, la consigna fundamental de otra militancia LGTBQ,
diseñar una política anal muy básica: todo para adentro, recibir todo, dejar que todo
penetre y hacia afuera solo soltar mierda y pedos, esta es nuestra contribución
escatológica al sistema”[414]. Pero Vidarte no pudo sostener durante mucho tiempo su
maloliente “contribución al sistema”: por sus hábitos licenciosos murió de SIDA en el
año 2008. Contaba sólo con 38 años de edad.
Pero entre los cultores foucaultianos modernos, hoy la más de moda y