Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 132

Homosexual promiscuo, sadomasoquista enfermizo, comunista “bon vivant”, alcohólico perdido, suicida frustrado, fumador empedernido y drogadicto irrefrenable —el consumo de LSD fue su pasatiempo favorito—, Michel Foucault fue el arquetipo humano perfectísimo para terminar siendo la idolatrada referencia de viciosos, delincuentes y depravados que la nueva estrategia izquierdista ha cooptado para sí, bajo las supuestas pretensiones nobles que aquí intentamos transparentar, siendo que para su envenenada herencia de intelectuales que hoy lo emulan —en sus textos y en sus hábitos—, Foucault es el punto de referencia obligatorio para promover la revolución cultural, tan simpáticamente igualitaria en el mundo aparente como perversa y autodestructiva en el mundo real. La herencia envenenada Andando los años, esta simbiótica tendencia ideológica —marxismo y sodomía — fue bien profundizada por el teorizante homosexual Guy Hocquenghem (nacido en 1946, veinte años después que Foucault), novelista francés afiliado al Partido Comunista (para variar), quien había entrado en las Jeunesses Communistes Revolutionaires con tan sólo 15 años de edad, aunque pronto comprendió que su obsesiva falo-adicción suponía un obstáculo para ser aceptado ante los dogmas de un partido stalinista, teniendo entonces que abandonar sus filas en 1965: “En realidad, Guy había leído a Freud mientras chupaba pollas en las reuniones del partido comunista francés”[403], confesó indiscretamente su principal discípula y difusora Beatriz Preciado, otra lesbiana comunista nacida en España que funge de pensadora y de quien nos referiremos más adelante. Incompatibilidades partidarias al margen, fue este autor francés quien repotenció y amplificó esta retorcida conjunción en su histórico libro El deseo homosexual, leído y tomado como credo por todo el activismo afecto a la “ideología del género” tan en boga: “La sociedad capitalista fabrica lo homosexual como produce lo proletario, suscitando a cada momento su propio límite. La homosexualidad es una fabricación del mundo normal”[404] nos dice Hocquenghem, intentando así personificar a la comunidad homosexual como el sector “oprimido” por la “heterosexualidad dominante”. Y añade: “La constitución de la homosexualidad como categoría separada va a la par con su represión”[405], sugiriendo entonces que la homosexualidad es tan natural como la heterosexualidad pero que “el poder dominante” la reprime: “La homosexualidad atañe a todo el mundo; sin embargo, está proscrita en todas partes”[406], agregando que tanto la conducta heterosexual como la homosexual