Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 122
Tan comunista como lujurioso, Reich sostenía que “la opresión sexual está al
servicio de la dominación de clase. Esta se ha reproducido ideológicamente y
estructuralmente en los dominados y constituye en esta forma la fuerza más potente y
menos conocida de toda especie de opresión”, agregando que “el psicoanálisis,
subvierte las ideologías burguesas, y dado que la economía socialista constituye la base
para el libre desenvolvimiento del intelecto y de la sexualidad, sólo en el socialismo
tiene el psicoanálisis un porvenir”, reflexión que remató calificando al dictador Lenin
como “el más grande psicólogo de masas de todos los tiempos”[369].
En su libro La función del orgasmo, Reich sostenía que la familia es una
construcción enferma —patología que él llamaba “familitis”— y que la liberación
sexual sería no sólo la cura sino el nuevo método revolucionario: “La sexualidad es el
centro alrededor del cual gira toda la vida social, así como la vida interior del
individuo”, y se quejaba de que “las leyes patriarcales relativas a la cultura, la religión
y el matrimonio son esencialmente leyes contra el sexo”[370]. Para revertir tamaña
injusticia, la revolución marxista debería pasar no sólo por la lucha de clases sino por
una revolución genital, la cual consistiría en desatar con desenfreno las pasiones
eróticas y en promover la infidelidad con la consiguiente destrucción de la familia:
“Según nuestra experiencia, la relación sexual extramatrimonial, o la tendencia hacia la
misma, constituye un elemento susceptible de desplegar gran eficacia contra influencias
reaccionarias”[371], sentenció.
Como buen comunista que era, a fin de los años ‘30 Reich se fue a vivir a los
Estados Unidos para gozar de la libertad de expresión y así no ser molestado por sus
investigaciones orgásmico-científicas, con las cuales supo ganar muchos dólares en
Norteamérica estafando personas a las que vendía productos y tratamientos eróticos con
los que prometía solución a todos los males: incluso la cura del cáncer[372]. Pero años
más tarde se confirmaría que sus disparatadas elucubraciones afrodisíacas eran un
verdadero fraude, motivo por el cual fue condenado a la cárcel por la justicia en mayo
de 1956, sentencia confirmada luego por la Corte Suprema el 12 de octubre de 1957;
por lo tanto el pornógrafo caído en desgracia ingresó al penal de Danbury, donde tras
haber sido diagnosticado con esquizofrenia progresiva murió apenas 20 días después
de su encierro (el 3 de noviembre en Pensilvania). Probablemente uno de los mejores
estudios publicados en Argentina sobre la vida y obra de este sórdido personaje, haya
sido el que elaboró el pensador vernáculo Enrique Díaz Araujo a principios de los ‘80,
quien tras analizarlo del derecho y del revés concluyó: “¿Era Reich un loco o un
farsante? Nuestra respuesta es que las pruebas apuntan más a lo primero que a lo
segundo, aun cuando pueda admitirse un quantum en sus crónicos delirios. Una solución
de compromiso podría consistir en declarar que fue un farsante que, al cabo de tanta
práctica de fingimiento, no pudo ya distinguir dónde estaba la verdad y la mentira y se