Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 114

profesor, Nikolai Gredeskul, anunció la creación de hombres nuevos: serían ‘el hombre hermoso del futuro’, en parte obrero y en parte pensador (…). La orden de Stalin de que veintiocho millones de hombres bebiesen un vaso de vodka diario durante cuatro años para elevar la moral garantizó que la siguiente generación de rusos tuviese un claro referente alcohólico. (...) El régimen impuso un nuevo rigorismo moral, como expresión de la ética proletaria del trabajo, y se prohibió la homosexualidad”[342]. Dentro de esta última persecución, hubo un caso particularmente publicitado —en la medida en que ese sistema totalitario permitía difundirlo—, en el cual se encarceló al director de cine Sergio Paradjanov —condenado en 1974 y recién liberado tras purgar varios años de castigo en los campos de concentración. Debido a su calvario, el diputado italiano Angelo Pezzana, organizó en su defensa una conferencia de prensa el 29 de noviembre de 1977 en Moscú, con el fin de protestar contra el despiadado trato que el totalitarismo soviético infligía a los homosexuales[343]. Finalmente, esta normativa represiva para con la sodomía se mantuvo vigente por décadas y recién fue levantada en Rusia en 1993, durante los ablandados tiempos de Boris Yelstin, cuando la URSS, presa de su fracaso, ya había sido formalmente desarticulada el año anterior. A pesar de todo esto, es notable como muchos homosexuales durante todo el Siglo XX adhirieron o se afiliaron al Partido Comunista de sus respectivos países (que como se sabe dependían de Moscú), tal el caso del argentino Héctor Anabitarte, fundador de “Nuestro Mundo”, una de las primeras pandillas sodomíticas locales creada en los años 60´. Fue en esta contradictoria militancia cuando la Federación Juvenil Comunista vernácula envió al susodicho a Rusia en representación y participación de los festejos que se darían con motivo del 50° aniversario de la revolución de octubre. En ese contexto, el ansioso emisario tomó contacto con Fedotov, sexólogo oficial de la burocracia moscovita y, al preguntarle sobre la homosexualidad, el facultativo ruso respondió secamente: “En la URSS no existe la homosexualidad”[344]. Anabitarte volvió cabizbajo y compungido a la Argentina. Poco después tuvo que abandonar su militancia partidaria al advertir que sus apetencias personales no tendrían lugar en ella. En cuanto al otro gran aparato del totalitarismo comunista, el nacido en 1949 en la autodenominada República Popular China tras la revolución de Mao Tse Tung, la homosexualidad tampoco fue privada de persecución y castigo: los homosexuales eran condenados no sólo a penas de prisión y castración, sino a pena de muerte en los casos en los que ésta praxis había sido reiterada. Recién en 1997 la sodomía se despenalizó en China, cuando ante la escasez y las hambrunas ocasionadas por el colectivismo, el asiático país comenzó a hacer méritos para “occidentalizarse” y así abrirse paso a la economía de mercado.