Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 109
están juntando firmas para prohibir a los mariachis puesto que “las letras de estas
canciones perpetúan, refuerzan y celebran patrones de comportamiento
patriarcales”.[333] Y el listado es, francamente, inagotable. Pero sirvan estos casos
como botón de muestra de por dónde viene el asunto.
Además de todo esto, vale subrayar que algunos aparatos represivos del Estado
ya están siendo de a poco puestos a funcionar contra quienes osan criticar al feminismo.
Esto empieza a revestir altos grados de gravedad, porque el peligro que corren quienes
no adscriben a la ideología de género ya no estaría dado solamente por la reacción
violenta de agrupaciones y activistas, sino por el mismísimo poder de policía del
Estado. Hay un caso que se ha vuelto emblemático: en noviembre de 2012 el
canadiense Gregory Alan Elliott fue despedido de su trabajo y arrestado por la Policía
de Toronto por haber discutido acaloradamente por Twitter contra las feministas
Stephanie Guthrie y Heather Reilly.[334]
Si la militancia feminista radical sigue introduciendo sus prohibiciones y
persecuciones, no sería exagerado intuir que pronto estaremos en la puerta de una
verdadera “dictadura de género”.
XIX- Breve comentario final
Creemos haber llegado a este punto habiendo dado un pantallazo de la
evolución del feminismo desde su génesis hasta nuestros días, y no sólo en lo que hace
a la ideología feminista como tal, sino también a sus prácticas concretas. Pues bien, en
esta instancia se hace necesario dar entonces un breve comentario final.
El feminismo tuvo un origen noble. Hombres y mujeres lucharon por el acceso
de estas últimas a los derechos de ciudadanía, y ello representó un gran avance para
todas las sociedades que fueron cumpliendo con estas demandas. Pero cuando el
marxismo se puso a la cabeza del feminismo, configuró y difundió una ideología nociva
según la cual “el hombre es el burgués y la mujer el proletariado” (Engels), inyectando
la noción de un conflicto irresoluble entre los sexos: “La guerra contra las mujeres”,
parafraseando un proyecto contemporáneo del Parlamento canadiense.
Así, la vieja izquierda hacía rato que había encontrado en la mujer un grupo
social importantísimo para su revolución, pero la subordinó a la lucha obrera. Era la
revolución de clases la que liberaba a los sexos, y no la revolución de los sexos la que
liberaba a las clases. Pero esto se trastocó con el inicio de la crisis del marco