Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 104

sido violento físicamente contra su pareja en algún momento, frente al 39,1% de mujeres que admitió lo mismo respecto del hombre[308]. En Nueva Zelanda está el “estudio Dunedin”, en el cual 1.020 personas fueron examinadas durante veintiún años, y donde se encontró que el 37% de las mujeres declararon haber sido violentas con sus parejas, mientras el 22% de los hombres admitió lo mismo[309]. Es llamativo que, a la luz de estos datos que prueban que la violencia no es exclusiva de un s exo, exista sin embargo tanto desequilibro entre el interés que se le da al caso de la violencia del hombre contra la mujer en comparación de la que se le otorga a la violencia de la mujer contra el hombre (de hecho, esta última es causa de humor en nuestras sociedades). La academia no parece estar muy interesada cuando la víctima es de sexo masculino. Las investigadoras Ann Frodi, Jacqueline Macaulay y Pauline Thom han revelado por ejemplo que de 314 estudios sobre violencia realizados a lo largo de siete años, sólo el 8% se preocupaba sobre la violencia femenina.[310] En otros casos, cuando los números no cierran como se hubiera querido, directamente se los suprime, como fue el caso de un estudio realizado por Leslie Kennedy y Donald Dutton en Canadá para investigar la violencia en la pareja, quienes trabajaron sobre 707 hombres y mujeres a quienes se les hacían preguntas para determinar cuántas veces habían ejercido violencia contra su pareja. Curiosamente los datos relativos a las respuestas de las mujeres se omitieron en el trabajo publicado en la revista Canadian Journal of Behavioural Science, siendo extensamente citado luego en un informe de la Cámara de los Comunes, llamado “La guerra contra las mujeres”, el que fue utilizado para justificar onerosos programas y políticas públicas de género. Pero algunos años más tarde se obtuvieron los datos que no habían sido publicados deliberadamente, pudiéndose constatar que las tasas de violencia eran similares: un 12,8% de los hombres admitieron haber ejercido violencia contra la mujer, mientras un 12,5% de mujeres admitieron lo propio contra el hombre.[311] En Argentina es interesante echar un vistazo al Manual Masculinidades, un libro producido y distribuido por el Estado argentino en tiempos de Cristina Kirchner, donde se nos explica: “La llamamos [violencia] ‘de género’ porque son violencias que se ejercen contra alguien en función de su género, es decir, porque es mujer, o porque es un varón afeminado, o porque es una persona transexual”[312]. Es decir, se ejerce contra cualquiera con la excepción del varón heterosexual. ¿Existe algo más sexista que pedir justicia para un solo sexo? El que pide justicia para unos y no para otros, no está clamando justicia en absoluto. Por último, hemos explicado que si bien se define la violencia de género como aquella que está motivada por el odio hacia el otro sexo, actualmente el uso de esta categoría se ha extendido a todos los casos en los que una mujer resulta agredida por un hombre, creándose la falsa sensación de que la violencia que va en este sentido está siempre determinada por el odio sexual y que estamos inmersos en una “guerra de