Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 101

nacer y, encima, peticionar que el Estado financie ese genocidio. El símbolo de la hoz y el martillo es un clásico de estas manifestaciones. Y otro clásico son las mujeres con los senos al aire, todas ellas en la mayoría de los casos cultoras de la repugnancia estética. Aquí queremos hacer una digresión: al igual que en muchos casos el feminismo lleva a entender al lesbianismo como una opción sexual conforme a las exigencias ideológicas de sus propias convicciones políticas, el culto a la fealdad es también otro fenómeno que aparece con increíble frecuencia en las militantes feministas. Tanto así, que hay muchos chistes que la sabiduría popular ha ido inventando al respecto, y suele decirse que no hay nada menos femenina que una feminista. Todo esto por supuesto que tiene sus raíces en la teoría, y no fue otra que la feminista radical Naomi Wolf quien en los años ´90 publicó El mito de la belleza, donde precisamente le dijo al feminismo que la belleza femenina era otra de las tantas opresiones que había creado el omnipresente y maldito “patriarcado”. Ideas como éstas contribuyen a entender por qué solemos encontrar que, independientemente de lo que cada una trae por naturaleza, existe un esfuerzo por acentuar la fealdad[291] como modo de construir una identidad estética personal en las mujeres que militan y se comprometen con la causa del feminismo radical de nuestros tiempos. Y es que el propio feminismo termina presentándose como una ideología sumamente totalitaria, en tanto que subordina las múltiples dimensiones de la vida personal (¡incluyendo la manera en que presentan rostros y cuerpos a la sociedad!) a un único criterio político-ideológico que ordena todo lo demás. Volviendo a nuestro tema central, otra cuestión que ha servido al feminismo argentino para visibilizarse y lograr convocatorias realmente importantes, es la de la llamada “violencia de género”, una problemática que está en boca de todos y que es motivo de multitudinarias manifestaciones en todo el mundo. Así fue que en 2015 se convocó a la marcha #NiUnaMenos, en la cual miles de personas concurrieron con el expreso y excluyente objeto de repudiar la violencia de determinados hombres hacia las mujeres y peticionar por una reacción estatal (lo cual consideramos muy loable), pero que en gran medida se transformó en la excusa de organizaciones feministas para impulsar su lucha por el genocidio contra el niño por nacer. En efecto, la manifestación rápidamente fue invadida de carteles en favor del aborto que rezaban “Para decir ni una menos hay que legalizar el aborto”. Además, entre las peticiones más destacadas de la manifestación, se encontró la “reglamentación de la totalidad de los artículos de la Ley Nacional 26.845, de Protección Integral de las Mujeres, con asignación de presupuesto acorde”. Dicha ley, desconocida por la inmensa mayoría de quienes a la manifestación concurrieron, en su artículo 3 inciso e) establece el derecho de la mujer a “Decidir sobre la vida reproductiva, número de embarazos y cuándo tenerlos”. Lo que