En esta tradición afirma Pablo:“¿No es el Pecado
la máscara de Satán, origen del mal? Satán ya no es
un ‘ser’ exterior a mí, puesto que el Pecado habita
en mí”.14 Esta es quizá la afirmación que más refiere
a los intentos literarios (desde El libro de Fausto de
1587 hasta la obra de Mann, pasando por el clásico
de Marlowe) en torno a la dualidad que convive en
el ser humano (entendido en los límites que antes he
formulado), esa respuesta que da Mefistófeles cuando
se le pregunta su esencia: [Soy] “Pues una parte de
esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace
el bien”.15
El espíritu crítico de Goethe, más allá de su
Fausto, le permitió construir un personaje diabólico
de gran complejidad, que evidencia un tono irónico;
pero, al cabo, la dualidad a la que refiere se inserta
sin duda en una concepción occidental en la que el
sujeto enfrenta la duda, la ambivalencia, la tentación
por parte de un otro que se conforma como un
desdoblamiento. En este aspecto de la construcción de
este personaje valdría la pena disentir de la afirmación
de Russell en el sentido de que el Mefistófeles de
Goethe “es demasiado complejo, diverso y ambiguo
como para que se lo equipare con el Diablo de la
tradición cristiana.”16 Más allá del ámbito de discusión
teológica, las supersticiones populares, formuladas
en leyendas, canciones y relatos orales, así como la
extensa producción de textos de diversa índole a
lo largo de la Edad Media permiten apreciar que, en
desdén de un adversario arquetípico y unidimensional,
el Diablo se erige como una figura multifacética y
difícil de definir con precisión.
Es cierto que la escisión entre lo positivo, asociado
a la divinidad, y lo negativo, que refiere a su adversario,
son parte de un pensamiento que se origina en Europa
en el Medioevo. Henri Michaux señala que mientras
en el Occidente se suele hablar de dos categorías o
poco más, en el pensamiento oriental se tiende a la
múltiple división, a establecer tantas categorías como
sea necesario o deseable.
14 ablo, Cartas a los romanos, capítulo 7, versículos 18-20.
15 Goethe, op. cit., p. 1197.
16 Jeffrey Burton Russel, El príncipe de las tinieblas, pp. 267 y ss.
El occidental siente, comprende, divide
espontáneamente por dos, con menos
frecuencia por tres y subsidiariamente por
cuatro. El hindú más bien por cinco o por seis,
o por diez o doce, o por treinta y dos o incluso
por sesenta y cuatro.
Es extremadamente abundante. Jamás ve una
situación en 3 a 4 subdivisiones. Inútil decir que
esta división por 2 o 3 no corresponde mejor
a una realidad. (Michaux, 1977: 38)
En vez de simplificar, la visión del mundo se torna
más compleja; ambas (la que reduce todo a dos
opuestos y la que considera la multiplicidad) son
igualmente válidas, y en el mundo medieval, a pesar
de las persecuciones por herejía y los dogmas de fe
inamovibles (tanto de la iglesia católica como de las
distintas iglesias surgidas a partir de la Reforma), se
configura un universo matizado, con amplia gama de
grises que eluden la dicotomía entre los blanco y lo
negro, entendidos como un precario equilibrio que
la doctrina pretende mantener, a toda costa.
Swedenborg17 sostiene que hay un delicado
equilibrio entre el cielo y el infierno, mantenido
por el Señor, y que gracias a él somos capaces de
decidir por la falsedad del mal del infierno o el bien
del cielo y su verdad. Los seres humanos somos los
demonios, o en estricto sentido, nuestros espíritus
se convierten en ellos cuando somos condenados
al infierno, donde “cada uno es un tipo de diablo en
función de la oposición a la Divinidad que tuviera en
el mundo”.18
Al cabo el mito se concreta en el Dr. Jeckyll y Mr.
Hyde (Robert Stevenson no hace otra cosa que poner
sobre los pies lo que estaba de cabeza, parafraseando
a Marx cuando habla de la dialéctica de Hegel): en
el mismo sujeto las fuerzas se tensan y distienden,
conducen a la imposibilidad de conciliar el bien y
el mal, en una siempre maniquea interpretación de
cómo funcionan las cosas del mundo. De este modo
17 Emmanuel Swedenborg, Del cielo y del infierno, pp. 469 y ss.
18 Ibíd., p. 472.
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