obtención de los favores de Margarita; sin embargo,
además de esta función de servicio el demonio cumple
otras, aunque sean accesorias y complementarias de la
primera. Recordemos la explicación de los fenómenos
que ocurren durante la Noche de Walpurgis, donde
se erige no como adversario (su
Fausto y Margarita en el jardín
oposición es a Dios, y sólo de cierta manera) sino
como maestro experimentado.Y no se olvide que la
satisfacción de los deseos de Fausto tienen un paliativo
con una mujer distinta cada noche, a sugerencia del
adversario.
Mefistófeles se erige a un tiempo como sombra
y alter ego de Fausto, doblez del personaje que se
cierne como amenaza y milagro, como esperanza y
satisfacción de los deseos. Instrumento divino, el diablo
es también legión, lo que alude a sus múltiples caras,
a sus colaboradores inasibles pero omnipresentes
en la referencias a su poder. Pero Fausto y su imagen
diabólica no están solos, se tienen el uno al otro a
partir de obsesiones compartidas; en este sentido,
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en el siglo xviii se comienza a considerar que “en
realidad el Maligno actúa en el seno mismo del espíritu
humano”, al menos en ciertos textos literarios como
The History of the Devil as Well Ancient as Modern,
publicada en por Daniel Defoe en 1726.
La humanidad es un
constructo histórico
que justamente Goethe
proyecta, en los términos
que se relacionan con mi
quehacer, en su idea de
una literatura mundial
(Weltliterature). En
este sentido, por
tanto, el dilema que
enfrenta Fausto y su
demonio particular
(para los fines que me
interesan recurro a
una posible etimología:
Mefaustofiles, enemigo
de Fausto) no es un
problema de lo humano,
sino de aquella (esta, la
nuestra) perspectiva
occidental, desde
el cercano oriente
hasta el espacio europeo, que se ha erigido como la
única válida, y por tanto universal forma de entender
nuestro estar-en-el-mundo.
Quiere saber, pero no puede esperar al final
de la vida para que se cumpla su deseo. Quiere
saber ya, quiere descubrir qué se oculta detrás
de las manifestaciones visibles, cuál es el misterio
del mundo, de todo lo que le rodea. Por tanto,
el problema de Fausto no es algo lejano que
incumbe sólo a una reducida minoría de sabios y
científicos sino que es el problema de cualquier
persona que, a la vista de su entorno y de sí
misma, se detenga un instante a pensar qué ha
y detrás de lo que llamamos vida.13
13
Alfonsina Janés, “Vivencias fantásticas y reducción humana…”, p. 108.