Grosso modo, la historia de esa Virgen refiere que al norte
de Tenochtitlan, a las faldas del cerro del Tepeyacac, existía un
templo en honor de la diosa azteca de la fertilidad, Tonantzin,
«nuestra madrecita».Antes de la ocupación española, era común
hacer procesiones desde lejanas tierras hasta este santuario.
No pocos son los frailes que coinciden en cuanto a que en
ese mismo lugar se construyera, posteriormente, la iglesia a la
madre extranjera con las mismas piedras del templo destruido
de la deidad azteca.
Paulatinamente, la Malinche y la Virgen fueron entrelazándose
fuertemente entre sí, a tal grado que a la primera se la estigmatiza
por el hecho de haberse entregado a los soldados enemigos
y haberles facilitado la conquista de los aztecas por servirles
de traductora; la segunda es un hábil constructo cuya función
principal es la de curar los estragos espirituales causados a los
indígenas, en principio, por el sometimiento español.
El mito de la Malinche, como podemos advertir, no puede ser
abordado, tal como se conoce en la cultura mexicana, sin nociones
disímiles a las de «traición», «maternidad irresponsabilidad»,
«abandono», «violación», «bastardía», entre otras; por su
parte, la Virgen estaría acompañada de nociones opuestas a las
de la Malinche, es decir: «bondad», «maternidad», «refugio»,
«redención». No obstante, hay una marca semántica que
comparten ambas figuras, la de «origen», la cual va ligada a la
de «maternidad», del tipo carnal en la Malinche, espiritual en la
Virgen. Los dos iconos comparten un mismo origen temporal,
su maternidad es definitivamente contradictoria, pero, a la vez,
complementaria; su uso legendario y mítico mezcla sendas
conciencias de pecado y de redención.
En virtud de esta polarizada imbricación sémica, en la que las
fronteras de la historia y la religión se borran, el sacrificio resulta
el camino idóneo hacia la salvación. Esta conclusión no resultaría
novedosa —puesto que el sacrificio es uno de los elementos
básicos del cristianismo— de no ser por la especificidad que
cobran las prácticas religiosas en una gran extensión de América;
así, el Cristo victimizado se convierte en figura paradigmática.
La unión entre Cortés y la Malinche determina negativamente
a su descendencia. Cortés se alza como el padre violador, ausente;
la Malinche juega el papel de la madre de una nueva raza, madre
14. Recomendamos el libro de Jacques Lafaye, Quetzalcóatl y Guadalupe, México,
FCE. 2002.
Tonantzin
sometida e ingrata con su pueblo;
los hijos acarrean una especie de
pecado original que deben lavar;
finalmente, la Virgen de Guadalupe
es un signo de refugio que compensa
el sufrimiento.
La propuesta identiraria
nacionalista que construyó y
difundió el estado mexicano
posrevolucionario se valió de las
anteriores formaciones discursivas.
El efecto buscado fue el de dominar
a un pueblo con una identidad
altamente sensible. Fue necesario,
entonces, escribir una nueva
historia en la que el pasado español
resultara ser un pasaje oscuro,
nefasto, solamente la Independencia
permitiría el regreso a la añorada
libertad. El mundo indígena anterior
a la Colonia, simultáneamente
víctima y heroico, debería ser
reivindicado y exhibirse como la
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