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Las formas en que el mismo Jaibo aparece por la fuerza a Pedro del billete y huye del lugar. Pedro primera vez en la historia y la de su muerte nos comprende que no puede regresar al internado, ayudarán consolidar nuestra argumentación al respecto. así que se vuelve a su barrio. Al llegar a ese lugar, Cuando los chicos terminan de jugar al toro, se encuentra con todos, incluido El Jaibo. Pedro le uno de ellos llega corriendo a avisarles que El Jaibo reclama el billete y lo acusa por el robo del cuchillo acaba de fugarse de la correccional. El más pequeño, de mango de plata. El Jaibo, con cierto cinismo, niega apodado El Tejocote, está trepado en el capitel de todo y contesta: “Vete a tu casa para que te cuide una solitaria columna (quizás parte de una estructura tu madre.” Pedro, más enojado aún, replica: “No te mayor que ya no existe en el momento de los hechos) metas con mi madre.” El Jaibo, burlonamente, le dice: y pregunta: “Oye, y ¿quién es El Jaibo.” La escena “¿Máaas?” Pedro no puede contenerse y, en voz alta, termina inmediatamente; la siguiente imagen es la de denuncia a El Jaibo como el asesino de Julián. El Jaibo El Jaibo que camina despreocupadamente por una se escabulle. El ciego escucha todo y da parte a la policía. Por la tarde, El Cacarizo le muestra a El Jaibo calle transitada de la Ciudad de México. las ruinas de una construcción que podrían servirle El niño de la columna desarrolla la función de un como escondite. Poco después, un par de policías vigilante en su atalaya; gracias a él, se anuncia la llegada espera al joven en dicho lugar. Ya en la noche, El de El Jaibo. Esta escena reproduce y deconstruye a la Jaibo se dispone a descansar en su escondite, pero vez un par de pasajes bíblicos del Antiguo Testamento se encuentra con dos policías quienes lo persiguen. que se localizan en el Libro de Ezequiel (26:1-21 y Uno de ellos le dispara por la espalda. El Jaibo cae 33:1-33), conocidos como “El deber del Atalaya” y moribundo, boca abajo, al suelo. La escena siguiente “El atalaya de Israel”, respectivamente. nos presenta, sorprendentemente, la c ara de El Jaibo Aclaramos que las citas bíblicas mencionadas no agonizante y boca arriba, con una mancha de sangre hablan de la llegada de Cristo, mas sí indican la existencia en la frente producida por el disparo, como si la bala de un centinela enviado por Dios para enjuiciar al pueblo hubiera entrado por esa parte. La aparente falta de de Israel. No resulta ocioso advertir que El Jaibo se congruencia de las acciones tiene el propósito de mueve en un campo nocional inverso a la del guardián señalar un hecho relevante. justiciero, portavoz del mensaje divino: aquél será un La segunda posición de El Jaibo es un pretexto, enviado maligno cuyas palabra y acciones ayudarán a una nueva transposición, para hacerlo parecer a la agudizar la descomposición social. figura crística en los últimos momentos de su vida. En cuanto a la muerte de El Jaibo, ésta sucede como sigue. El director de la Escuela Granja manda liberar a Pedro de la celda de castigo (sabemos que está ahí por haber matado a las gallinas; capítulo “El diente de El Ojitos”). Como un gesto de confianza, el director le da al chico un billete de cincuenta pesos para que le compre una cajetilla de cigarros en un estanquillo cercano a la institución. En el camino, aparece sorpresivamente El Jaibo, quien despoja por 10 Durante este encuentro, El Jaibo roba un cuchillo con mango de plata; Pedro, por haber quedado momentáneamente a cargo de la afiladuría, es el principal sospechoso. Tal circunstancia lleva a Pedro a la Escuela Granja como interno. 24 Es interesante que, mientras el muchacho mueve la cabeza de izquierda a derecha poco antes de morir, se escuchen voces salidas de su conciencia que previenen la presencia de un perro sarnoso; en adición a lo anterior, la imagen de un perro callejero se mezcla con la cara de El Jaibo. La mancha de sangre en la frente es el estigma del chivo expiatorio, punto culmen de la víctima. La mezcla de dos iconos ―el chivo expiatorio y Cristo— en los que se transcriben discursos victimizantes potencia, en alto grado, el papel de El Jaibo. El libro del Levítico (16: 1-34) hace mención de una antigua práctica hebrea en la que, de una pareja