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Soult, pintada por el español Esteban Murillo en 1678— y la escultura La Piedad, de Miguel Ángel. Las intertextualidades suceden en dos diferentes momentos del sueño que corresponden a cada una de los iconos virginales. En el primero, las gallinas, a manera de palomas o ángeles, emiten ruidos que podrían ser la deconstrucción de cánticos celestiales. La madre, en un radiante ropaje, asciende entre luces similar a una virgen para dirigirse hacia la cama de Pedro. En el segundo, la madre-virgen se acerca a su hijo para, ya sentada, tomarlo en brazos y consolarlo, protegerlo, en su regazo. Es significativo que El Jaibo experimentara una revelación similar. Durante una visita que le hace a la madre de Pedro (capítulo “El gendarme”), el conflictivo personaje le confiesa desconocer sus propios nombre y ascendencia. El joven guarda una vaga y lejana imagen maternal. Los olvidados (1950) de debajo de la cama para disputárselo. La sonrisa de la madre subvierte su papel virginal. El signo de la madre, al igual que el de las gallinas, va adquiriendo diferentes significaciones a lo largo de la película. Después de haberse vengado del ciego (capítulo “Las gracias”), Pedro se encuentra en el corral de su casa acariciando con ternura a una gallina que acaba Cuando niño, recuerda haber sufrido de un de poner un huevo. Notemos la transposición gallina raro padecimiento que lo colocaba en un estado de madre. La escena se interrumpe: la madre entra en el semiinconsciencia. En uno de esos desvanecimientos, cuatro principal con un niño en brazos y una bolsa se suscita el supuesto, subjetivo y único vínculo grande; detrás de ella, el resto de los hermanos de Pedro canta alegremente: “¡Ya comimos!, ¡ya comimos! …”. maternal. La madre de Pedro le pregunta: Todos esperan que su madre les reparta las sobras de comida que le dieron en la casa donde trabaja. El cuadro —Y ¿cómo era esa mujer? asemeja a una gallina seguida de sus pequeñas crías. —Pos, ¡chula de verdad! Parecía una virgen del En el mismo capítulo “El genda rme”, El Jaibo altar. —Contesta El Jaibo. hace una segunda visita a la casa de Pedro para cerciorarse de que su cómplice no lo ha delatado. Ambos casos, el de Pedro y el de El Jaibo, Pedro está ausente, por lo que El Jaibo entabla un pertenecen al ámbito del inconsciente, lo que nos diálogo con la madre mientras sus hijos juegan en explica la idealización de la estampa materna en cada el piso, en un espacio que comparten con unos una de las visiones; idealización suscitada gracias a cuantos polluelos. Se oye la música de un tambor y un deseo insatisfecho.Además, la intertextualidad del una trompeta en la calle que anuncia un espectáculo sueño de Pedro con La Piedad vuelve a convocar el de perros amaestrados. Los niños salen a verlo y la madre recoge a los polluelos para llevarlos al corral. sema de la víctima. Como podemos advertir, la mujer se preocupa por El trozo de carne que la mujer entrega a Pedro los hijos que aún dependen de ella, los protege y es el signo del sacrificio, carne de la víctima que, en los alimenta; al igual que protege a las crías de las cuanto lo recibe el chico, la mano de El Jaibo asciende gallinas. La protección implica librar, tanto a sus hijos 20