Agora | Page 18

adelante, El Jaibo guarda ciertas similitudes con la figura crística; no obstante, son más reveladoras las diferencias. Ambos, Cristo y El Jaibo, se rodean de sus seguidores para proferir sus enseñanzas y sus promesas de mejor vida en un futuro. El Jaibo, claro está, utiliza sus conocimientos para transgredir las leyes; su experiencia adquirida gravita entre la luz y las tinieblas: es luz orientadora para el grupo y obscuridad, amenaza, para la sociedad. Reparemos en el hecho de que la correccional de la que se fugó no cumple con las funciones para las que fue creada; al contrario, es un espacio con relaciones violentas donde se “aprende” a atentar contra el orden social. En un lugar acordado previame nte, algunos de ellos se concentran. El Jaibo invita a Pedro y al chico herido a vengarse del ciego. En el capítulo “Las gracias”, los tres encuentran a don Carmelo quien se dirige a su casa. Los victimarios forman un semicírculo y lo atacan con bolas de lodo y piedras. El Jaibo, con furia y emoción, destruye el tambor del ciego. Los otros dos juegan al toro con el desvalido anciano. La escena cierra con el hombre en el suelo y una gallina jadeante frente a su cara. La estructura metálica de un edificio en obra negra y, al parecer, abandonado complementa el cuadro. Hasta el momento, hemos abordado dos estructuras circulares, en cuanto a la posición de la generalidad de los actantes, pero, como hicimos notar, su sentido no es análogo. La primera de ellas ayuda a conformar la figura de la víctima, la segunda, del lídermaestro. De cualquier manera, ambas serán parte de una sistemática a lo largo del filme.Analicemos, pues, algunas más. La tercera escena se desarrolla a las afueras de un mercado. Ahí aparece un nuevo personaje, El Ojitos, niño de origen rural a quien su padre abandona en ese lugar público para nunca volver por él. En la explanada, un grupo de personas circunda a un hombre ciego, don Carmelo, futura víctima, que canta y toca múltiples instrumentos para ganarse la vida. El Jaibo y los demás llegan con intenciones de robarle dinero al ciego. El Jaibo da las instrucciones y reparte las tareas a sus secuaces que lo rodean y escuchan. Pedro pregunta qué hacer en caso de que los “cuicos” (los policías) los atrapen. El Jaibo, con seriedad, contesta: “Pues tiras al suelo lo que haigas afanado. Ningún gendarme te puede hacer nada si no te coge con el cuerpo del delito en las manos.” Otro compañero, un tanto incrédulo, pregunta en son de burla: “¿Apoooco?” El Jaibo, molesto: “¡Yo conozco las leyes, mano!” El incipiente maestro, que sabe de leyes, enseña a infringirlas. El robo resulta fallido, pues don Carmelo siente la presencia de uno de los ladrones a su espalda, toma un garrote y lo golpea en la pierna. Todos huyen. Los olvidados (1950) Ya pasado este suceso (en el capítulo “Julián”), El Jaibo decide cobrar venganza sobre Julián por pensar que su delación lo privó de la libertad. Invita a Pedro a que lo acompañe y sea su cómplice. En un espacio en el que, de nueva cuenta, el edificio en ruinas aparece de fondo, El Jaibo, a traición, golpea con una piedra a Julián en la cabeza. El Jaibo consuma el crimen a palos. Pedro quiere evitar que El Jaibo continúe golpeando a Julián quien yace en el suelo. Este momento marcará significativamente a Pedro por el resto de su fugaz vida. La madre de Pedro cría gallinas en un pequeño corral ubicado en el patio de su casa. Al final del capítulo “Aprendiz”, un gallo invasor llega a alterar la vida del corral. La madre ahuyenta al gallo, para ello, se vale de 17