pronto se encontrará en el barrio), juega a los
toros: dos de ellos, el torero y el toro, desarrollan
su papel, mientras que el resto los rodea como
animados espectadores. Recordemos que,
de acuerdo con la tauromaquia, se espera el
sacrificio del toro a manos del torero. Así, en
la obra, esta representación, por ser con la
que abre la diégesis, marca fuertemente a los
chicos del grupo como víctimas y victimarios.
Más adelante, El Jaibo —como ya sabemos—,
se reintegra al grupo. En el momento del primer
encuentro, todos, sentados en el suelo, forman
un corro alrededor de El Jaibo para escucharlo
con atención, uno de ellos le lustra los zapatos.
El Jaibo les comparte con orgullo algunas de
sus experiencias en la correccional y de su
posterior fuga. De pronto, alguien le pregunta:
“¿Es cierto que te encajonaron por culpa del
Julián?” Con evidente rencor, El Jaibo afirma:
“Sí, rajón maldito.” Se mueve hacia el centro, el
resto se incorpora y se acerca a él sin romper
el círculo. El Jaibo pregunta: “¿Quién tiene un
cigarrito?” Todos niegan y se quejan por falta de
dinero. El Jaibo exclama: “¡Huuuuy! ¡Cómo se
Los olvidados (1950)
6 En esa misma escena, El Jaibo presume de su hombría. Se dio a
respetar en la correccional a base de la lucha física: “No le hace que
pierdas, ¿ves?, pero que vean que eres macho y te respetan”. Cuando
se refiere a su fuga de la correccional, uno de sus compañeros le
pregunta si tuvo miedo, El Cacarizo (uno de sus más cercanos compañeros), categórico, responde: “¡Qué miedo ni qué miedo! ¡Éste es
retemacho y no le tiene miedo a nadie!
7 Julián y Pedro mueren a manos de El Jaibo por considerarlos éste
como traidores.
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conoce que andaba yo encajonado! Pero ahora
van a ver. He aprendido mucho allá, y si hacen lo
que yo les digo, a nadie le faltarán sus centavos.”
En primera instancia, las líneas iniciales del
conjunto discursivo de El Jaibo (“rajón maldito”)
en esta ocasión, implícitamente, indican o reafirman
las reglas que deben existir hacia dentro del grupo:
hombría y lealtad. El respeto se consigue con la
muestra de hombría6 y la traición se pagará con la
muerte7. Pero es la última oración condicional de la
segunda parte del discurso en la que se despliegan
dos rastros discursivos que debemos atender.
En el primer rastro, El Jaibo asume el papel
de maestro; esto se muestra en la siguiente parte
subordinada (prótasis) de la condicional: “y si hacen
lo que yo les digo…” El segundo rastro discursivo
aparece en la parte principal (apódosis): “a nadie le
faltarán sus centavos.”
La oración subordinada implica un mandato
(«hagan lo que yo les digo»), el cual coloca a El
Jaibo como líder-maestro del grupo. Él tiene los
conocimientos necesarios para cambiar la condición
negativa de los chicos de ahora en adelante. La
segunda parte de la condicional reafirma lo dicho.
En adición, esta segunda parte es una deconstrucción
del discurso cristiano.
En un pasaje del Nuevo Testamento, Cristo afirma a
sus apóstoles:“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
(Juan 8:12, las cursivas son nuestras). Este fragmento
circula alrededor de la oposición luz/tinieblas. El semema
‘luz’ contiene semas como: «virtud», «conocimiento»
y «vida eterna»; ‘tinieblas’ por el contrario, remite a
semas del tipo: «pecado», «ignorancia» y «muerte
eterna». En ambas concepciones, se resume gran parte
del pensamiento cristiano.
Notemos la correspondencia entre este pasaje
bíblico y la condicional de El Jaibo. La noción que
pertenece a terrenos económicos,“a nadie le faltarán
sus centavos”, es el factor primordial que deconstruye
y subvierte el discurso cristiano. Como veremos más