Finalmente, entre uno y otro paradigmas, se erige una frontera imaginaria,
pero lo bastante consistente e infranqueable que impide el contacto entre
ambos mundos, a saber, el de los modernos y el de los olvidados (“Las grandes
ciudades modernas —Nueva York, París, Londres— esconden tras sus magníficos
edificios hogares de miseria”).
Ante estas contradicciones, nos gustaría hacer una aclaración. Pocas veces,
en est udios de corte socio-semiótico, se toma en cuenta la participación del
autor de la obra. En nuestro caso, la figura de Buñuel nos puede aclarar mucho
en cuanto a las problemáticas que hemos detectado en los fragmentos anteriores.
Conocemos la postura crítica que Buñuel adoptó contra la burguesía, mas
esto no garantiza que gran parte de su vida haya transcurrido fuera de ese
grupo social5. No obstante lo anterior, su participación dentro del grupo de
los surrealistas nos hace pensar que el tono de los dos fragmentos citados
es irónico, puesto que se vale de un discurso burgués para subvertirlo en el
resto del filme.
Estructuras circulares
La segunda escena —pero la primera en cuanto a la diégesis textual— inicia con
una estructura que se repetirá a lo largo de la obra. Se trata de una ordenación
de diferentes actantes,
los cuales circundan a
un individuo que ejecuta
dos roles dispares: como
víctima o como maestro.
En esa parte de la
película, el grupo de
chicos, excepto El Jaibo
(quien acaba de escapar
de la correccional y
Luis Buñel (1950)
5 De hecho, su labor como director, como productor y emisor de discursos, lo coloca dentro de una clase social hegemónica y privilegiada.
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