Agenda Cultural UdeA Junio 2013 | Page 16

ISBN 0124-0854
N º 199 Junio de 2013
ojalá ustedes lo vieran
Ernesto MacCausland Sojo, foto tomada de http:// ernestomccausland. com / bebiendo en el otro mundo.
Para el cazador de blasfemias, esta primera estrofa no era tan grave como la cuarta: nunca, llevando su tambora de paraje en paraje, curando las peores mordeduras de culebra en la zona de Achí, más preocupado por ganarse lo de la comida que por pedirles excusas a los santos. Pero para Efraín Mejía aquello se convirtió en una misión sagrada, una especie de inquisición cumbiambera que debía ejecutar antes de que fuera demasiado tarde. Mejía también había sido pecador una vez. No sólo por los dos mapalés de los que habría de arrepentirse años después, sino por todas las andanzas de la vida en el cumbión, tan terrenal y libertina que una vez produjo la siguiente décima memorable:
Ya me dieron el permiso para mandar en la gloria con esta cumbia de pito todos los santos me adoran. Es decir, el viejo Miguel Beltrán se había llevado en banda, con cuatro simples versos, la hegemonía de Dios y la gracia de los santos. Ni hablar de la segunda estrofa, en que anuncia la gran guachafita nada más y nada menos que con San Gabriel bendito. Efraín Mejía concluyó entonces:“ Tengo que convencer a mi compadre de que se arrepienta”. Dura labor, si se tiene en cuenta que Beltrán estaba más viejo y más terco que
Si acaso el río Magdalena, en ron blanco se convierte y el mar en rico aguardiente sería una cosa muy buena. Y en una tarde serena, después del sol ocultado, a pasos agigantados correría yo a toda prisa hasta Bocas de Ceniza pa’ bebérmelo ligado.
El colmo de colmos tuvo lugar en un fiestón en la casa de su compadre Mauricio Pérez, cuando Efraín Mejía se levantó al baño y se orinó en un rincón de la sala, delante de todos los invitados. Esa noche Mejía abrió