ISBN 0124-0854
N º 199 Junio de 2013
Clementina Ramos, o a Nelly Soto, la otra señora con la que convivió? Tampoco habría podido entenderse con Iselina Aragón, la mujer de Papayal a la que le engendró un hijo.— Bandido que fue el viejo, ¿ oyó? En este punto se cierra el círculo: sin oído no hay música, sin música se alejan las mujeres y sin mujeres faltan los motivos para la música.— La música salvó a papá. Durante su infancia en la finca Lagunita de la Sierra, Leandro siempre fue el débil. El patito desplumado, el perrito rengo. Habitar en un hato ganadero caluroso, a merced de las bestias y las sabandijas, era lo peor que podía sucederle a aquel niño ciego. Allí los adultos— incluidos Abel Duarte y María Ignacia Díaz, sus padres— andaban siempre apremiados por sus labores arduas. Él, entre tanto, se sentía extraviado sin un lazarillo que le descifrara los caminos. Se resbalaba en los barrancos, se descalabraba contra los horcones. En sus canciones, por cierto, abundan las referencias al sufrimiento de aquella época.
Eso sí, el muchacho descubrió muy pronto una estrategia para defenderse: mientras exhibiera alguna gracia que suscitara interés, contaría con la consideración de los
adultos. De ese modo le sobrarían los cuidados que le faltaban cuando simplemente era percibido como un chico postrado por la ceguera. En principio, lo que llamaba la atención era su capacidad para predecir ciertos fenómenos naturales.
— Él decía:“ hoy va a llover”. Entonces los mayores se le burlaban en la cara:“ veeee, y este pelao como que además de ciego está loco. ¡ Cipote sol y viene a decir que hoy llueve!”. Al ratico caía el chaparrón.—¿ Cómo hacía para adivinar?— Él me contó que aprendió a distinguir la dirección de la brisa. Por eso sabía que cuando el viento soplaba hacia un lado específico de la finca era porque iba a llover.
En todo caso, fue al mostrar su talento para el canto y la rima cuando Leandro dejó en claro que no era un ser digno de lástima sino de respeto. La música le fortaleció el carácter y, además, le brindó la oportunidad de comprar maíz suficiente para amasar sus propias arepas. Porque apenas estuvo en edad de responder por sí mismo fundó un conjunto vallenato. Se presentaba en celebraciones públicas, actuaba en fiestas particulares. En una comarca festiva por excelencia nunca faltará un lugar especial para quienes saben atizar el gozo. Leandro,