ISBN 0124-0854
N º 195 Febrero de 2013 sus caras como buscando una caricia . En pocos minutos , en las montañas , que son el corazón de la isla de San Andrés , el agua corriente es música , el aroma de los jabones viaja con la brisa y la espuma rebosa en las poncheras .
mujeres toman sorbos de café y preparan el cocido de caracoles que apenas coge calor en la cocina . De regreso al oficio , toman prendas de cada recipiente y de una en una las frotan con sus
Barrio La Boquilla , Cartagena , Bolívar , octubre de 2012
Desde las vías estrechas que comunican la playa con La Loma es posible ver , de patio en patio , a las lavanderas sabatinas . Inclinadas sobre las ropas , con una línea de agua marcando sus cinturas , remojan las prendas que cubrieron sus cuerpos , los de sus maridos y los de sus hijos durante seis días y las abandonan en platones de plástico expuestos al sol , después de rociarlas con variedad de jabones : Rey , Irex , 1 , 2 , 3 . Mientras el agua , el jabón y sol penetran en las telas para aflojar tiznes y percudidos , las
manos , con cepillos , con una piedra lisa para hacerles perder , además del polvo , los humores acumulados en largas jornadas de trabajo bajo del sol del Caribe . Las abuelas de las lavanderas de hoy lo hacían de otro modo . En poncheras de zinc , importadas de Panamá , instalaban el rallador : un marco de madera que sostenía un vidrio grueso , muy fino y pleno de perforaciones . Sobre esta plancha extendían la camisa y , ayudadas de un cepillo , la repasaban hasta quitarle los trazos mugrosos .