ISBN 0124-0854
N º 197 Abril de 2013
Francisco Antonio Cano, Paisaje de Medellín, 1895, óleo sobre lienzo, colección particular, imagen tomada de Poesía de la naturaleza, Medellín, Suramericana de Seguros, 1997
Por sólo hablar de un muerto y de un desgraciado, que no provocarán protestas, diré que Gregorio Gutiérrez González y Epifanio Mejía representan entre nosotros la lira nacional que se remoza en los asuntos americanos y se conforta al beber los alientos de la zona tórrida. Y como uno y otro se han distinguido en cantar lo característico de Antioquia, con énfasis regional, ¡ dejadme en mi entusiasmo que los salude, porque sus versos salvan el concepto de la Federación proscrita! Gregorio es el precursor, y a él se le debe glorificar el primero, porque, solicitado a la vez por muchas tendencias literarias, y con perplejidades inevitables al principio, quedó al cabo como poeta esencialmente antioqueño, de manera que lo perdurable de su obra es lo que
reproduce o transparenta este pequeño mundo montañés donde hemos nacido. Al sol de otro clima, al contacto de otros objetos, su producción fue abundante y rica; pero cuando no convertía la mirada al suelo natal, faltábale algo de la rúbrica con que distinguió sus versos en la avalancha métrica de esos tiempos. Las montañas fortalecieron su talento, dieron novedad a su palabra, color a su verso, extensión a su fantasía y proporción a sus poemas. Gran parte de Antioquia está en su libro: la porción amable, recatada y pintoresca del pueblo; el panorama solemne y recreativo de la tierra, y los súbitos arrebatos y enternecimientos de la raza. Por mí sé decir que admiro al poeta, no obstante lo contencioso de