ISBN 0124-0854
N º 197 Abril de 2013 hacia su propia órbita, porque no era zalamero ni tenía demasiados afectos. Y lo obvio: Manuel era escritor. A la literatura se llega por diversos caminos. En extremo se podría decir que cada escritor es un camino hacia la literatura. Manuel fue escritor porque era escritor(“ La rosa es sin por qué”). El rasgo más sobresaliente de su alma era su natural condición de escritor, de habitante de la literatura en todo tiempo y en todo lugar, escribiendo y leyendo. Esta condición es independiente de toda valoración, es indiscutible. Todo su tiempo estaba ocupado en la literatura, y especialmente en la suya, que se enriquecía con todo lo que percibía desde el exterior y de su interior, que se elaboraba en su extraña maquinaria humana(“ La fábrica de ensueños”) y que regresaba al mundo en palabras de arte. No es extraño que haya escritores en el mundo, no lo es. Me parece más notable que haya, por ejemplo, pedicuristas. Pero sí es al menos simpático que una persona viva toda su vida para la literatura y en la literatura, inapelablemente, sin una pregunta previa ni una respuesta a nadie, como si alguien tuviera por destino rascarse la cabeza durante toda su vida. Porque para Manuel la literatura fue un destino, no fue un negocio; y eso sí es
extraño, eso marca una individualidad, caracteriza, como a Alonso Quijano, el bueno: Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos
Jairo Osorio, Jorge Luis Borges y Manuel Mejía Vallejo, 1978, fotografía, Concejo de Medellín, tomada de Jairo Osorio y Carlos Bueno, Borges: memoria de un gesto, Medellín, Hombre Nuevo,
1979
como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles. Y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”.