Agenda Cultural UdeA - Año 2012 SEPTIEMBRE | Page 22

ISBN 0124-0854
N º 191 Septiembre de 2012
Teponaxtle, aztecas hallados en Colima, fuente: www. wikipedia. com
ahuehuetes hermosísimos en los que se construyeron el santuario de una virgen(“ la virgen de la Natividad”) y el altar de una cruz(“ la cruz de la alberca”) y las costumbres cristianas se mezclaron confusamente con las
costumbres idólatras de la antigua religión azteca. Sin embargo, estas últimas resistieron más que en otra parte, y era natural. Los indios en Tixtla eran descendientes de los pontífices de México y ellos mismos habían sido y seguían siendo teopixcatin, es decir los conservadores de los misterios antiguos; continuaron disfrutando de la veneración que les tributaban los pueblos comarcanos y ostentando toda la autoridad que les daba su carácter sagrado. Quizás, en nuestro tiempo mismo, guardan todavía con el rigoroso secreto de las religiones proscritas algo de sus tradiciones hieráticas, en el fondo de sus prácticas cristianas que todavía no comprenden bien. Testigo de ello es la danza sagrada que aparece periódicamente durante ciertas fiestas
católicas, la cual no se conserva en ninguna parte de la República y en que aparecen los teopixcatin aztecas con el tipo, los colores, los paramentos, y las largas cabelleras de los viejos sacerdotes del templo mayor de México, bailando acompasadamente al son de un magnífico teponaxtle y entonando una especie de salmodia, cuyas palabras misteriosas y canto ronco y lúgubre acusan un origen anterior a la conquista. Los indios contemplan esta danza con un respeto religioso que no se cuidan de disimular, y admiran la destreza singular con que uno de los juglares que acompañan a los sacerdotes juega con los pies y, tendido boca-arriba sobre una manta, un trozo de madera de forma cilíndrica, lleno de jeroglíficos y que se llama quautaltlaxqui. Después de las fiestas, sacerdotes, juglares, teponaxtle y vestidos desaparecen, sin que nadie pueda averiguar quiénes formaron la danza, pues los danzantes se pintan de negro y se cubren con una máscara antigua. Ni los curas, ni las autoridades españolas, ni el tiempo, ni las leyes de Reforma han sido bastantes para hacer olvidar esta danza tradicional que parece ser el hilo que perpetúa los recuerdos sacerdotales de la vieja colonia mexicana. Hay que advertir que en Tixtla, la población de indios domina por su mayoría, por sus riquezas, por su altivez y por su inteligencia en todo género de agricultura. Este dominio es tal, que la lengua misma de los españoles fue influida al