ISBN 0124-0854
N º 191 Septiembre de 2012 grado de que no puede llamarse castellana allí, pues sobre cien palabras que un habitante de origen español pronuncia, cincuenta son aztecas y cincuenta españolas. En los verbos, particularmente, domina la lengua de los indios, así como en las expresiones adverbiales. Por lo demás, aquella raza pura y sacerdotal de México habla el náhuatl más castizo y más elegante que se habló jamás en el imperio de los Motecuzomas y conserva los usos y costumbres privadas de la gran Tenochtitlan, de manera que el arqueólogo que quisiera reconstruir una escena de la vida mexicana antes de la conquista, no tendría más que ir a Tixtla para tener de visu los datos necesarios.
IV Paisaje
El caudillo azteca que fundó a Tixtla supo escoger bien el sitio para levantar la nueva población. Un valle ameno y fertilísimo abrigado por un anfiteatro de hermosas sierras cubiertas de una vegetación lozana, y de cuyas vertientes descienden cuatro arroyos de aguas cristalinas, bastantes para la irrigación de los terrenos y que van a formar al oriente de la población actual un lago pequeño, pero bellísimo. Temperatura fría en las alturas, tibia en el llano y caliente en los bajíos; vegetación gigantesca en las selvas que revisten las montañas, y sombría y tropical en los huertos que cultivan los indios con esmero; llanuras
cubiertas de maizales en el estío y de grama y de flores en la primavera, pequeñas colinas engalanadas con eterna verdura, los dos bosques sagrados de ahuehuetes seculares a cuyo pie brotan las fuentes de aguas vivas; una atmósfera embalsamada y un cielo en que la luz solar se suaviza al través de una gasa de brumas: he aquí el cuadro que presenta Tixtla al que desciende a ella por la cuesta occidental en que serpentea el camino de Chilpancingo, la tierra de los Bravos. Con un suelo tan privilegiado como éste, lo natural es que la agricultura prospere, y en efecto, los habitantes son en su mayor parte labradores. La caña de azúcar se ha cultivado en otro tiempo con más éxito del que hacía esperar el clima templado; los indios mantienen hermosas y extensas huertas en que cultivan todas las hortalizas de México y surten con ellas al Sur entero; sus jardines rivalizan por la riqueza y variedad de sus flores, con los jardines famosos de este valle. Deben añadirse a los productos de esa flora fecunda todos los árboles frutales de la zona templada, y no pocos de la zona tórrida, como los naranjos, los limoneros, los bananos, los chirimoyos, todas las zapotáceas y los mangueros importados del archipiélago de Manila, por la primera vez en el Sur y aclimatados ya en Tixtla. El lago deja anualmente en su decrecimiento de invierno una gran parte de terreno húmedo, y allí los indios industriosos establecen