ISBN 0124-0854
N º 185 Marzo de 2012 rodeada de sus hijos, y siempre vestida de luto. Sólo en 1844, siete años después de la muerte de Pushkin, Natalia puso fin a su luto y a su viudez, casándose con el general Pedro Lanskoi, comandante de un regimiento de caballería de la guardia imperial. A sus cuarenta y cinco años, Lanskoi tenía fama de un solterón convencido, pero, apenas conoció a la viuda de Pushkin, aquella extraordinaria mujer que, a pesar de sus treinta y dos años( edad bastante avanzada para la época), y sus numerosas desgracias, aún tenía fama de ser la más hermosa de toda Rusia, decidió acabar con su soledad de una vez y para siempre. A Natalia la atrajo de él, aquel amor incondicional que demostraba, no solo a ella sino también a sus hijos.
De su nuevo matrimonio, Natalia tuvo otras tres hijas: Alejandra, Sofía e Isabel.“ Criar hijos es mi verdadera vocación— escribía en su diario—. No sólo los amo y los educo, sino que también trato de entenderlos, pues los padres tenemos que aceptar que los jóvenes jamás van a pensar igual que nosotros”. Sin embargo, a pesar de aquella armonía familiar, la herida en el corazón de Natalia no se cicatrizó nunca, tal como lo evidencian las memorias de Alejandra, la hija mayor de los Lanskoi:“ Año tras año, cuando llegaba el 27 de enero, mamá se vestía de negro, iba a la iglesia y luego se encerraba sola en su habitación por el resto del día. Mis hermanos y yo jamás interrumpíamos aquel retiro, al igual que papá, quien siempre trataba a mamá con mucho tacto, entendiendo que el único alivio para ella en estos momentos eran las oraciones” 16.
En el otoño de 1863, en Moscú nació el primer nieto de Natalia llamado Alexander en honor a su abuelo cuya memoria ya se había convertido en una leyenda. Natalia, quien en aquel entonces residía con su esposo en San Petersburgo, partió para Moscú para asistir a la ceremonia de bautizo. En su viaje de regreso contrajo un fuerte resfriado que se trocó en una pulmonía y falleció en su casa en San Petersburgo el 26 de noviembre de 1863. Fue enterrada en el cementerio de San Lázaro, cerca de la catedral de Alejandro Nevski; quince años después, sus hijos enterrarían allí mismo a su segundo esposo Pedro Lanskoi y elevarían en honor a ambos un modesto sepulcro de mármol negro que se preserva hasta ahora.