Agenda Cultural UdeA - Año 2012 DICIEMBRE | Page 24

ISSN 0124-0854
N º 194 Diciembre de 2012
Hay un salón de baile que está construido sobre un lago. Conozco al dueño. Si vamos allí podríamos pasear por la orilla, si le apetece a usted. dueño, que acababa de salir de la cocina, añadió—: Me acuerdo de él.
—¿ Qué tal está usted, después de tantos años?— le gritó.
Tenía la cara de un rojo más vivo que nunca, y parecía momentáneamente desprovisto de las maneras reservadas y cautas que lo habían caracterizado la noche anterior. Algún rasgo del carácter de la señora Perry, que al principio sólo había percibido débilmente, resonaba ahora en su interior como un campanazo a causa de la ira que le demostraba, y cayó en un estado de ánimo apagado y vacilante. A cada momento crecía su ansia de escuchar una palabra amable de sus labios.
La señora Perry siguió bebiendo vino cada vez más deprisa y su resentimiento aumentaba con cada copa.
— Yo también conozco a todos los propietarios de salones de baile del condado— dijo ella—. Mi hermana, Dororhy Álvarez, los invita a tomar una cerveza en su casa cuando están de vacaciones. No tengo necesidad de conocer a nadie ni de ver sitios nuevos. Y hasta conozco desde hace mucho este local en que estamos comiendo. Aquí cené varias veces con mi marido.— Miró alrededor y, señalando con su largo brazo al
El señor Drake no sabía qué hacer. No se había dado cuenta de que la señora Perry se había ido emborrachando hasta llegar a ese punto. En circunstancias normales, se habría sentido cohibido y quizá la hubiera sacado enseguida del restaurante, pero pensó que borracha sería más accesible, y eso era lo único que le importaba.
— La acompañaré hasta que usted quiera— dijo.
Sus palabras revolotearon por la mente de la señora Perry.
— Pero ¿ qué intenta conseguir?— le preguntó, recostándose pesadamente contra el banco.
— Nada deshonesto— contestó él—. Al contrario, algo sumamente honesto, si acepta usted.
El señor Drake estaba tan aturdido que no sabía exactamente lo que decía, pero la señora Perry tomó sus palabras como una proposición de matrimonio, que, inconscientemente, era lo que él esperaba. La señora Perry consideró incluso aquel atractivo ofrecimiento a través del velo de su resentimiento.