ISBN 0124-0854
N º 186 Abril de 2012
José Eusebio Caro, Julio Arboleda, Lamartine, Byron, Saavedra, Mora, Espronceda, Hartzenbusch y otros poetas de merecido renombre, rechazando siempre a Salvador Bermúdez de Castro( ídolo aquí, pero ya con socavados altares) por su estilo pedante y su lujosa ostentación de palabras, sin novedad ni filosofía en las ideas ni sencillez en la expresión; pero como, según el bachiller Carrasco de Cervantes,“ no hay libro tan malo que no tenga algo bueno”, admiro a Bermúdez cuando pinta la beneficencia de Dios, cuando hace una sublime exposición de las palabras del Redentor muriendo, cuando su ojo sigue la carrera del árabe, rey del desierto... en fin, cuando exclama dirigiéndose al impío:
No niegas al Dios que mata,
Y al Dios que fecunda, sí.
[…]
Yo no creo merecer el nombre de poeta, y me juzgo así habiendo hecho estudios serios de poesía: tengo algo de buen gusto, facilidad para lo que se llama el sublime, para la sencillez en general y para la imitación de la expresión, descuidando pocas veces su concordancia con la idea: he aquí las únicas cualidades que me reconozco, dando al escribirlas un cuchillo para que me corten; por ser muy difícil la versificación
me es dificultosa y aunque sé que su facilidad no es cualidad de poeta y fuese ímprobo trabajo, o gracia, al Ariosto avanzar una estrofa en su poema. Yo necesito muchas veces buscar las ideas, otras las dejo vagas, comprensibles sólo para mí o las lleno con ripios y en ocasiones tengo de acudir a expresiones y pensamientos trillados. Si pido a mi cabeza una comparación, vendrá, pero ellas no acostumbran visitarme por su voluntad; siquiera no corro riesgo de apilonar, como Bermúdez de Castro en“ Su canto a Laura” [ sic ], símiles de uno o dos por verso, la mayor parte ridículos, viejos o amanerados.
Nadie podría decir cuál es mi estilo, porque no lo tengo, o de tenerlo, no es el estilo que se estila; soy en esto como en otras cosas. Tan dócil es mi escribir que a cada cosa que con deleite leo, lo que hago después, será imitando su estilo: he aquí pues una comprobación de que no soy genio, de que no soy poeta, de que no soy clásico ni romántico, si es que alguno de mis calificadores tiene la bondad de deslindarme esas dos especies, en dos palabras tornasoladas y elásticas, como dice Ancízar( Manuel) con tanta donosura.
[…] Harto he contemplado el degradado resto de los chibchas, hosco y desesperado, luchando con la civilización que aplastó sus hogares y adoratorios: horribles gritos le he escuchado dar y lo he encontrado sublime; pero yo, como todos,