ISBN 0124-0854
N º 182 noviembre de 2011
A don Raimundo Meza , no obstante , no le halagaba mucho que su hijo fuera músico ; soñaba con un doctor en la familia . Con la autoridad del padre , que sabe lo que es mejor para su hijo , lo envió al Liceo Magangué a cursar su bachillerato . Pero el concienzudo padre no contó con que por los caminos magangueleños avanzaba la figura de ébano de Alejo “ El grande ”, emulando con su peculiar estilo musical los trasiegos eróticos del pájaro enamorador : “ me han dicho que el chupaflor / coge el aroma en el aire / y yo he cogido un amor / lo más sencillo , en un baile / ¡ apa !”.
Sólo ocho meses permaneció Lisandro en los claustros del Liceo ; cuando Alejo Durán se cruzó en su camino , su voz profunda , entre grito y melodía , sembró en el ser del joven un desasosiego que le recorría todo el cuerpo hasta llegarle al alma . Lisandro supo , desde el primer momento , que Alejo sabía sus vainas y él , ávido de experiencias , decidió seguirlo . La palabra lúcida del maestro obraba en los jóvenes que se le acercaban queriendo conocer las artes del buen amor . Como en un ritual , sacaba su acordeón , registraba algunas melodías , y les decía :
— En este pedazo de acordeón está el secreto del amor , así que , muchachos , aprendan a tocarlo .
Lisandro tomó al pie de la letra su consejo y , desde entonces , no ha declinado en sus búsquedas ; de ello da buena cuenta su “ acordeón pitador ”, tan trajinado . Durante un tiempo , el joven músico fungió como el guacharaquero del más nombrado acordeonista de las inmensas sabanas del Bolívar viejo y las laderas de los Montes de María . Lo acompañó en su periplo por pueblos y veredas , en un decidido intento por contagiarse de la sabiduría de su palabra y de su don de gentes infinito .
Treinta años después , cuando sus pasos veteranos habían llevado por el mundo la alegría de la fiesta colombiana , y cuando las luces de neón le imprimían a su nombre el brillo titilante de las estrellas , el llamado de un deseo juvenil inconcluso lo trajo de regreso a este mundo paradisíaco de versos y corredurías y volvió a ligar con el maestro , pero ahora , como su voz en el acetato ; la voz para ese viejo acordeón de trasiegos , en cuyo tinglado el canto de Lisandro , hecho de sabana y corral , volvió a recorrer aquellos pueblos y veredas de sus recuerdos . Alejo y yo fue el nombre del homenaje “ larga duración ”